• Diario 5 -Buenos Aires, lunes 18 de septiembre de 2023

30 de agosto

PorEric Udart

Ago 30, 2023

La Basílica de Santa Rosa de Lima en la Av. Belgrano y Pasco del barrio de Balvanera, está dedicada a la Patrona del Perú y de América Latina. Impresionan su hermosa arquitectura y significado histórico.

La historia de querer tener un templo dedicado a Santa Rosa se remonta -primeramente- a principios del siglo XVIII, cuando el Virreinato del Perú pensó en incorporar un homenaje a la nueva santa en la ciudad más lejana de su dominio. Luego, durante el flamante Vireinato del Río de la Plata se fueron sucediendo capillas con sus renovaciones y ampliaciones a lo largo de los siglos, hasta la reconstrucción de la actual Basílica en 1934, con diseño del extraordinario arquitecto noruego Alejandro Christophersen, quien confió en el ingeniero Andrés Millé para la ejecución de obra.

En cuanto a su Arquitectura, la iglesia presenta un estilo bizantino-románico, con una llamativa cúpula. El interior está adornado con estatuas y obras de arte religiosas. Incluye una cripta.


La historia de Santa Rosa de Lima

La primera santa canonizada del Nuevo Mundo tiene una característica propia otras personalidades santificadas, que merece admiración, aunque no necesariamente imitación: la práctica excesiva de la mortificación.

Nació de padres de ascendencia española en Lima, Perú, en un momento en que América del Sur se encontraba en su primer siglo de evangelización. Parece haber tomado como modelo a Catalina de Siena, a pesar de las objeciones y burlas de padres y amigos.

Algunos santos de las edades media y moderna, demostraban sentir un amor tan grande por Dios que, lo que nos parece extraño, y a veces incluso imprudente, es simplemente cierta convicción de que todo lo que pueda poner en peligro una relación amorosa con Dios debe ser erradicado.

Entonces, como su belleza era tan admirada, Rosa solía frotarse la cara con pimienta para producir manchas que la desfiguraban. Incluso llegó a llevar en la cabeza una gruesa diadema de plata, tachonada por dentro, como una corona de espinas.

Cuando sus padres tuvieron problemas económicos, ella trabajó de jardinera durante el día y como costurera por la noche. Y tuvo diez años de lucha contra sus padres comenzaron cuando intentaron casarla. Se negaron a dejarla entrar en un convento y por obediencia continuó su vida de penitencia y soledad en casa como miembro de la Tercera Orden de Santo Domingo. Tan profundo era su deseo de vivir la vida de Cristo que pasaba la mayor parte del tiempo en su casa, en absoluta soledad.

Durante los últimos años de su vida, Rosa instaló una casa donde cuidaba a niños sin hogar, ancianos y enfermos. Este fue un comienzo de los servicios sociales en el Perú. Aunque recluida en la vida y la actividad, llamó la atención de los interrogadores de la Inquisición, quienes sólo pudieron decir que estaba influenciada por la gracia.

Lo que podría haber sido una vida meramente excéntrica se transfiguró desde dentro. Si recordamos algunas penitencias inusuales, también debemos recordar lo más grande de Rose: un amor de Dios tan ardiente que resistió el ridículo externo, la tentación violenta y largos períodos de enfermedad. Cuando murió a los 31 años, la ciudad acudió a su funeral. Hombres destacados se turnaron para llevar su ataúd.

 

 

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