Ésa es la sensación que tenemos algunos porteños cuando nos arrancan un inmueble emblemático y no se pbservan indicios de que vaya a ser cubierto de inmediato. Incluso muchos de nosotros entendemos queno habría sido necesario voletar «La Casona», de Maipú y Corrientes.
Sí, ya sabemos que hay gente y consorcios con mucho dinero, dispuestas a comprar los terrenos y cosntruír algo que les dé más dinero a costa de los sapos que tenemos que tragarnos por nuestra condición de amantes de nuestra propia ciudad.
¿Tan espectacular? ¿Tan impresionante? ¿Tan único es lo que van a hacer en esa esquina?
A que no!
A que es una torre vidriada como cualquiera de las otras que se construyeron en los últimos años sobre la Av Corrientes. Es más: nisiquiera vale la pena que que especulemos con qué es lo que van a hacer, ya que no sólo no están haciendo nada, sino ni siqui9era debieron haber volteado la pizzería sin tener pensado cómo iban a encarar la puta obra que tendrán en sus especuladoras cabezas.
Qué es lo peor?
Que con el momento de mierda que atraviesa la economía argentina, a estos cacatúas -inmundos dueños de gran parte del futuro del lugar que nos pertenece culturalmente- no les interesa en lo más mínimo haber dejado desnuda una avenida que Troilo, Mores u Osvaldo Miranda consideraban sagrada.
¿Qué les puede importar eso a estos bananas miameros que hicieron fortunas lobbiando obras con el estado bajo los gobiernos de los Menem, los De la Rúa, los Duhalde, los Ibarra, los Kirchner, los Telerman, los Macri, Los Rodríguez Larreta, los Scioli y los Kicillof?
Obviamente, un carajo.
Dejan desnuda una esquina como te pueden dejar desnudo a vos o desnuda a tu abuela.