Todos, ideológicamente diferenciados pero políticamente similares. Y hay grandes pruebas. El péndulo que hace cambiar constantemente el rumbo en los gobiernos argentinos sigue destruyendo a la sociedad. Casi todos tienen ideas creíbles y supuestamente efectivas pero -hasta ahora- demostrarles desprecio por sus audacias y temeridades, resulta la actitud correcta
Sus caras van a estar de nuevo en las boletas. Y nosotros vamos, nuevamente, a cumplir con la Democracia. Ellos especulan con nuestra abnegación. Saben que de los 1461 días que van a estar al frente de los destinos de una nación absolutamente en decadencia, la mayoría que obtendrán en la primera o la segunda vuelta no va a tomar en cuenta como factor negativo lo que pudieron haber hecho en 900 ó 1.100 de esos días en los que les confiamos el país.
De quién es la soberbia mayor, entones? ¿De ellos o nuestra?
Hay que ser cínico (léase: hijo o hija de puta) para considerar «antipatria» a quienes -por decepción permanente- se muestran abatidos, escépticos, o bajoneados. Combatir a esas personas es no comprender la cadena de frustraciones que han debido atravesar unas cuatro o cinco generaciones que vieron, en primera fila, una de las debacles más increíbles de una república cuya única guerra atravesada en el Siglo XX duró 74 días, fue en tierras no ocupadas por sus habitantes y no la sufrieron más que sus combatientes, lejos de las ciudades y pueblos que -en el continente- procuraban saber algo real entre tantas mentiras que le contaban sobre el frente de batalla.
La canción «La Casa Desaparecida», de Fito Páez está virtualmente cancelada en los medios de comunicación. Al describir en un pocas frases la realidad de lo ocurrido en esta nación a través de una pocas décadas, le carga a la clase política una mochila que todos saben que deben mointarse pero prefieren esperar a que ocurra el milagro de Vaca Muerta, el milagro del litio, el milagro del petróleo frente a Mar del Plata y tantos milagros posibles más.
En la Argentina, cuando algún que otro gobierno cumple con algo que en los tiempos de -por ejemplo- Illia, Frondizi o Perón era lo normal y lo lógico, hacen una bambolla política vergonzosa y -encima- largan un ejército de chupaculos que en las redes sociales exaltan sus «virtudes» divinas:
- Planes sociales porque la gente no tiene con qué vivir. Algo obvio. Pero siempre calladitos, viendo que perdieron la batalla frente a los dirigentes que prefieren no establecer contraprestación con trabajo. Así y todo, y siguen autoconsiderándose Churchill.
- Inauguraciones truchas (seguí considerándote Churchill, dale)
- Incorporación de tecnología para todo tipo de trámite, sin darle seguimiento suficiente a nada: ni a la capacitación de los ciudadanos, ni a los obvios inconvenientes y desperfectos que se suscitan, ni a escuchar a los expertos de afuera que les adviertan cuán bueno, incompleto o inútil es un servicio digital donde se requiere atención personalizada Sí o Sí y cuánto complica a ciertas personas que los servidores sean implacables con las conexiones débiles y corten los trámites.
- Centenares de medidas que a cualquier estadista serio le daría vergüenza siquiera anunciarlas, aquí lo hacen y se jactan como si se tratara de poner en marcha un astillero de transatlánticos, avanzar hasta lograr una industria alimenticia líder y ser coherentes con de nuestras materias primas o haber construido el Puente Reconquista-Goya, que espera existir desde hace 140 años y ningún presidente entendió su importancia.
¿Y el grueso de la población?
Educación en picada, nivel de trato interpersonal vergonzoso, formación para los oficios olvidada, conocimiento de las bellas artes sólo para una minoría que se da cuenta del privilegio que implica, carreras técnicas importantes muy poco elegidas, padres que reclaman con métodos violentos que les hagan pasar de grados a sus hijos, Gente mayor y humilde muy consumidora de la TV y gente joven y humilde muy consumidora de la anticultura en internet,
Todo es efecto de los soberbios que supimos conseguir. Los que aún viven no sólo siendo soberbios, sino que continúan considerando que tomaron las medidas correctas para el país, ya que ellos siempre tomaron un país en llamas. Más allá de que más de uno no cerró correctamente sus cuentas con la Justicia.
La esperanza se renueva.
¿Con quienes? Con gente soberbia, por supuesto. Todos miembros del exclusivo club Autotocrítica Cero.
¿No hay una manera de chequear que no lo sean y que sólo se presenten personas que puedan compartir criterios con otros mientras están en lo más alto del poder?
Esa pregunta fue el mejor chiste del año.
A votar.