Hace siglos que sabemos que tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe.
Desacostumbrado al arrutinamiento y la eventual ausencia de repercusión por alguno de sus trabajos periodísticos, Jorge Lanata suele –cada tanto- apretar el acelerador del motor que tenga a mano. Ocurre que, sin medir si están aptos o enclenques, puede quedarse parado en medio del camino y llamando la atención –apenas- por el humo de su motor fundido. Como les pasa a tantos colegas carentes de pergamino alguno
La secuencia es la siguiente: aparentemente, de manera corporativa, el periodismo dedicado al espectáculo obvió dar la noticia acerca de la enfermedad de Wanda Nara. El viernes 14, en su programa de Radio Mitre, Lanata reveló que la conductora padecía de leucemia. Se sobrevino una andanada de críticas sobre él, surgida de otros periodistas, en su mayoría considerados facilistas, ya que se aferran a la parte menos exigente -en todos los sentidos- de la profesión: ejercer la libertad de expresión acerca de cualquier tema de interés general, sin demasiada preparación, sustento e incluso capacidad natural de análisis. En su programa de televisión el domingo, Lanata, en vez de distender la situación, les recordó a esos colegas que estaban tan en el barro como él.
La corporación de comunicadores del espectáculo, ante una oportunidad única de lavar sus culpas históricas, apeló al posteo de la propia Wanda Nara, donde remarca que ella desconocía el diagnóstico oficial sobre su salud y que sus hijos (chiquitos) se enteraron de su enfermedad a partir de esa revelación que – luego de escucharse en un programa radial tan jerarquizado- se expandió por todos los medios.
¿A qué nos estamos dedicando?
- ¿Es cierta la hipocresía del periodismo dedicado al espectáculo a la que alude el fundador de Página 12, cuando les dice que ellos no “mean agua bendita”?
- Por supuesto. Hay un 80% de esos comunicadores cuya especialidad no es, precisamente, periodismo “de Espectáculos”, sino que se erigen como seguidores de las vidas privadas de las personas con popularidad garantizada. Dado de que no todos los días hay “grandes noticias” sobre la vida de esa gente, se le atribuye (se le inventa, bah!) popularidad a otras “figuras” con gran hambre de fama.
- ¿A su vez, es cierto que el mismo Lanata coqueteaba demasiado con la actividad periodística “liviana”, dando demasiado espacio diario a la zona “chismes” de su programa, en la que el propio conductor tomaba una participación que excedía su propia diversión?
- Y… sí. Ese bloque hasta le venía costando fuga de audiencia y apagado.
- Entonces ¿quién estuvo mal en esto?
- Obviamente, todos.
- ¿Todos? ¿Hasta Wanda?
- Ella, en este caso, no.
Es muy difícil ser personas expuestas cuando las cosas no van bien frente al público, cuando no hay autógrafos ni selfies, cuando la policía o la justicia nos puede estar mirando o cuando hay alguien con poder de convencer a los demás, dispuesto a decir algo que nos perjudique.
Hubo un trascartón: la esposa del periodista, en su debut como columnista de un ciclo de TV, dijo una barbaridad frente a cámaras con la intención de defender a su marido: “Hay que hablar de las enfermedades”. Hable de las suyas, si quiere señora (encima, abogada). Acerca de lo que se pueda decir de las de los demás es que ahora estamos en una fuerte polémica. Por ahora no hay acusaciones formales pero su marido es señalado, por lo menos, de perder la cautela.
El embarre en que se metió toda esta gente no amerita que desde esta columna se escriba demasiado más (a no ser que a alguno de ellos les interese que el público de Diario 5 reciba su palabra de manera directa y se lo hagan saber al editor).
A favor de los hipócritamente corporativizados, diremos que con una disculpa pública de Lanata sobre su velocidad de comunicar algo que no requería apuro, ganábamos paz. Y esto, también beneficiaba al mismo conductor de la mañana de Radio Mitre.
En contra de todos – y luego de 50 años de periodismo y sin aceptar, en 1999, en 2004 y en 2017, sendas cifras millonarias para “ordenar en guiones” los trapos sucios de figuras públicas devenidas en políticos- tengo para espetarles, que si la noticia que estaba en juego hubiera hecho referencia a un político con amigos y adversarios, las reacciones de características “humanas” que se escuchan esgrimir desde el periodismo “de vidas privadas”, no habían existido, ya que en tales casos, donde habrían tenidos que enfrentar con situaciones muy comprometedoras si hablaban, no habrían sabido cómo actuar.
El diálogo con Carlos Allo sobre las categorías periodísticas del Siglo XXI y el Subperiodismo tendrá un nuevo capítulo en los próximos días.
