Como era de esperarse, la entrega de los premios Martín Fierro de este año capturó la atención, de una gran porción de la población. Y se cargó con un número de audiencia televisiva poco común en estos tiempos. Puntazo a favor de que aún existe la opción de contar con poderes de convocatoria genuinos en nuestro país.
Como parte de un aceptable discurso de bienvenida a los invitados, el presidente de APTRA incluyó -quizás, con un criterio algo naïve- un anticipo de lo que ocurriría más tarde con la entrega de un premio por determinado rubro: «En el fondo todos queremos que se terminen las grietas, basta con las grietas, y en la entrega de premios eso también se puede manifestar».
¿De que se trató la acción que APTRA previó durante su fiesta que, supuestamente, «cerraba la grieta»? Se le entregó a los equipos televisivos de transmisión deportiva más votados, sendos premios Martín Fierro por empate. Como esas producciones eran competidoras en el deseo de obtener la preferencia del público para cada partido jugado por la Selección Argentina durante el Mundial de Qatar, se hizo una lectura acerca de esa competencia como si se tratara de un reflejo de las diferencias ideológicas de la población de este país.
Ni siquiera al tomar en cuenta el hecho de que una de las transmisiones es del Estado (administrada por el gobierno kirchnerista) y la otra es parte del negocio corporativo que integra el Grupo Clarín, se consigue redondear una verdadera división que se le parezca a la grieta política de la que se habla en el país desde hace tantos años
– ¿Por qué?
Porque lo que obvió el orador en cuestión, Luis Ventura, es que los televidentes que no tienen cable, nunca iban a ver la transmisión de TyC Sports, aunque les hubiera gustado. En un acto de sobrevaloración de sus premios y con una innecesaria carga épica que lo puso al borde de la vergüenza ajena, Ventura se animó a manifestar que esa salomónica entrega podría vincularse con la idea de mitigar la inconmensurable tensión que se vive en la Argentina, con cientos de miles de no pensantes que se niegan a demuestrar que están preparados para convivir a pleno con quienes piensan diferente.
Ventura no se animaría jamás a proponer, desde su rubro a una acción que -de verdad- podría cerrar la hoy llamada «grieta», la misma que en la España de 1932 se transformó en una olla a presión y que cuatro años más tarde derivó en una manera «poco ortodoxa» de resolverse.
– ¿Por qué no se animaría?
– Porque -por lo menos él solo- no lo lograría.
– Porque no le rendiría su impulso negociador para conseguir una acción que demostraría de verdad, lo que él cree que logró dando por ganadores de un premio a dos programas.
En la Argentina,
- para alivianar los odios, las sensaciones de traición, las estigmatizaciones o la sed de venganza por humillaciones, ninguneos o desprecios;
- para calmar a quienes sienten que le que arruinaron el futuro y las posibilidades de sus hijos;
- para tranquilizar a quienes asumen que no tendrán oportunidades en la condición que han quedado;
- para mitigar el dolor de quienes perciben que le arrancaron una parte de su vida por efecto de la política que encararon «los otros»,
hace falta algún ejemplo que se imponga por encima del resto. No se trata sólo de dividir la tortita de cumpleaños en partes equitativas.
– Vamos al ejemplo
– Y a ver quién se le anima, muchachos.
En una fiesta del Martín Fierro, delante de tantos ojos de variopintas ideologías -algunas abiertamente expuestas y otras en secreto- dejaría una buena señal de cierre de grieta política ver sobre el escenario un acto de conciliación de lo parece irreconciliable.
¿Existen, acaso, dos personas -colegas- indiscutiblemente representativas de cada uno de los bloques de pensamiento en esta tierra, a quienes se pueda catalogar de irreconciliables y de quienes todos intuyamos que sería un quimera reunir?
Estamos hablando de que -qujizás- aceptemos creer que la grieta empezaría a cerrarse, si en la ostentosa entrega de los ansiados premios transmitidos por TV, los invitados presentes y el público en sus hogares asistan a algún momento artístico (dramatización o sketch humorístico) protagonizado por Alfredo Casero y Daddy Brieva. Y conseguir que el público se ría y los aplauda.
– ¿Es mucho?
El Martín Fierro no puede apostar a menos que eso. Si APTRA se jacta de querer ser parte de la superación de nuestras divisiones, pues juguemos todos nuestras fichas. Si se lo requiere, Diario 5 puede participar de las gestiones, aportar productores de jerarquía, estrategas en expectativa de medios, guiones estructurales y disparadores de improvisación, si la institución está dispuesta a realizar lo que podría convertirse en el evento más conciliador de la historia del espectáculo en la Argentina. Evitemos el subperiodismo. No podemos creer que hacemos lo que no hacemos.
– ¿Se anima, Don Luis? Y si ya no le tocara a Usted presentar algo así, no estaría nada mal transmitírselo a sus posibles sucesores.
Las tapas, como siempre, de regalo.