Arranquemos con el racconto mensual, correspondiente al junio que cerramos hoy. Al final, la gran verdad que nos ayuda a entender por dónde hay que empezar para poner en marcha el inmenso trabajo que nos espera si aspiramos a una solución.
Operación Ropa Blanca: Seis garquetas, adentro.
Había una vez, unos señores de la moda que Traficaban cocaína impregnada en la ropa. Estuvo seis meses investigando la Policía de la Ciudad, hasta que la justicia le metió doce allanamientos. ¿Quiénes eran los señoritos? Toda una red narco internacional que contrabandeaba el talquito distribuido en prendas de vestir. Las especiales pilchas rumbeaban a Europa. Y también a destinos asiáticos ¿qué tul? Una seda esta gente ¡qué lino, eh! Tony, el bwana de la banda y otros cuatro narquis son chinitos. ¿Será cierto que un equipo de “control de calidad” esnifaba los buzos? Mihao!
Palermo, me tené’ speedy y enfermo. En ese barrio un cosifacho cayó con 50 pastillas de éxtasis. Lo agarró la Poli de la Ciudad. Es un transa de 28 pirulos. Tenía las pastis listas para el merqueo. No muy lejos de allí, en Belgrano, una transeta de 38 halloweens, cortaba alegremente grass en su casa de Ugarte al 1500. La narca quedó pegada. Burzaco dixit: «La detención de esta mujer por venta de drogas y la condena de 3 años de prisión en suspenso en 24 horas demuestran el compromiso y la eficacia de nuestras fuerzas de seguridad y el sistema judicial en la lucha contra el narcotráfico”.
“Muchachos, hay que comer. Salgan para el taller”, dice la canción Dios y el diablo en el Taller. Cuarenta años más tarde de que Juan Carlos Baglietto cantara el tema de Adrián Abonizio, comprendemos cuál era ese taller en el que se colaba el demonio. La noticia dice: «Desbarataron el Taller de la droga”. Fue en el Barrio de Vélez Sarsfield. La venta de papita, a la orden del día y en cualquier rincón: La Cana Porteña mandó a guardar a los tres «cocineritos» de una narcobanda que paqueaba coca hasta bajarla a una calidad insufrible y la transaba en un llerta. Después, en un allanamiento, secuestró ricarda y vento en el «taller mercánico». La investigación arrancó en febrero, cuando la Policía de la Ciudad, detuvo a un comprador de falopa como para un pelotón . Una cosa trajo la otra y dieron con una orga criminal que “operaba” un taller mecánico.
La familia Transelli. En el Barrio Cildáñez tras cinco meses de investigación, la División Investigaciones Antidrogas Sur (PC), cazó a tres miembros de una bonita familia dedicada al -para ellos- estimulante comercio de drogas. En una búsqueda del tesoro variadita, secuestraron cocaína, marihuana y una pistola. Las pesquisas habían comenzado en enero en varios puntos de Parque Avellaneda.
En el mismo el barrio Cildáñez, unos traka-traka se dedicaban repartir amenazas atemorizar a la gente de la zona. Preparaban el terreno para tomar “posicionarse” en el área de Parque Avellaneda, con el objetivo final de dominarla para la venta de estupefacientes. Los tipos, claramente, quisieron aplicar el “Método Rosario”. Un pez gordo cayó en la red y varios mafiositos están bajo lupa. Al capo le secuestraron armas que tenía hasta en el lavarropas. Incluso una pistola ametralladora le encontraron. Son los mismos descerebrados que balearon en octubre del año pasado el frente de “Tortuga Manuelita”, un centro de primera infancia. Ahí se condenaron solos. Ultra violentos, quedaron el centro de la escena para las pesquisas. Todo lo que vino después fue la acción de la División Investigaciones de Organizaciones Criminales (DIOC) de la Policía de la Ciudad junto a la Fiscalía Penal, Contravencional y de Faltas 39, a cargo del Dr. Hernán Gustavo Biglino.
Más del Cildáñez: La detención de cinco camellitos y el secuestro de frula, canuto y pacú fue el resultado de dos allanamientos, tras el trabajo de la División Investigaciones Antidrogas Sur de la Poli Ciudad, que comenzó en marzo, cuando se sospechaba que dos viviendas de la zona funcionaban como shopping center de yonquis.
Pasemos a Parque Patricios. Ahí, comercializadores canábicos cayeron con 18 kilos no precisamente para uso terapéutico (aunque hay quienes discuten este punto). Como es habitual, iban en un auto robado y cuando se los persiguió, los pirulos chocaron. En cana. Fueron indagados y ya están procesados con prisión preventiva.
La «Casa Dominicana» de Flores, vende “polen y flores”.
La apasionante novela comienza cuando unos ciudadanos de la República Dominicana, a quienes en varios barrios porteños llaman «dominicanarcos», vendían Chala & Fafafa en una vivienda -like usually- usurpada. Los cuatro centroamericacos fueron condenados en juicios abreviados. Plin, caja.
Veamos, pues.
Lo que declaró el Ministro de Justicia y y Seguridad, Eugenio Burzaco, es correcto con respecto del caso: «Gracias al trabajo coordinado entre la Policía de la Ciudad y la UFEIDE hemos logrado desbaratar este centro de venta de drogas y acordado 4 condenas de prisión en suspenso para los narcos”.
En otro procedimiento, también la sociedad está de acuerdo con su criterio: “Al narcotráfico es fundamental combatirlo duramente hasta erradicarlo». Lo expresó tras el tapiado del llamado “Búnker 68” en el Barrio 31 de Retiro, tras desarticular una banda narco de cuatro extranjeros que fueron detenidos, cabecilla incluido.
El primer paso que tenemos que dar
Estamos en todo de acuerdo con la teoría del editor responsable de este medio, Carlos Allo, quien sostiene que el primer paso para solucionar de manera absoluta el crecimiento indiscriminado del delito, sin estigmatizar a nadie y cumpliendo con la esencia propia de los que pactaron para pensar un país organizado y sólido, es reformular el Preámbulo de la Constitución de la Nación Argentina, por haber quedado desactualizado y vulnerable.
Debemos asegurarnos de cambiar la frase donde dice: “… para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino…”, que diga: “… para todos los hombres de bien del mundo que quieran habitar el suelo argentino.”