Un axioma de Juan Domingo Perón, flota por estas horas en el Poder Ejecutivo: "El que no tiene cabeza para prever, tiene que tener espalda para aguantar".
Las frases que a través de la historia de los procesos judiciales en la Argentina -especialmente los muy famosos por conmocionantes, por ejemplificadores o por indignantes- abrieron el camino a conceptos tan disímiles, que hoy sería difícil explicarle a un chico de escuela primaria por qué las personas piensan lo que piensan sobre el tercer poder.
«Creo en la Justicia» se lleva las palmas. La frase que le sigue juega en la vereda de enfrente: «En este país no hay justicia». Tercero viene el grito esperanzador de grupos de personas dolidas por crímenes, estafas o abusos sufridos por seres cercanos: salen a las calles de cualquier localidad de la Argetina al grito repetido de «justicia, justicia!». Yasí, sucesivamente, una serie de vaivenes de conceptos emanados de las opiniones de los ciudadanos de esta Nación, a los que les dijeron que la Justicia es un Valor y el Poder Judicial, el andamiaje que vela por tal tesoro.
Ulatra basada en las jerarquias, la Justicia como institución siempre tiene en su cúpula el centro de todas las miradas. Allí van a parar -supuestamente- los jueces con más pruebas de buen desempeño en sus carreras, para darles un cierre dignificado con el cargo que implica la palabra final en cada caso que arriba a las solemnes dependencias de sus miembros. Hablamos, obviamente, de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Al grano: la renuncia de Elena Highton de Nolasco es uno de esos acontecimientos en los que -como es muy habitual- la mayoría de los involucrados en tener que actuar en consecuencia, sabiendo que sucedería, actúan como si les cayera de sorpresa. La jueza, con 78 años de edad, ya había atravesado uno de esos engorrosos trámites de excepcionalidad, para poder continuar integrando el máximo tribunal durante algún tiempo más, luego de cumplir los 75, edad que se propone como límite para el ejercicio del cargo.
Con la renuncia de la única miembro femenina de la CSJ, la frase de Perón terminó haciendo blanco sobre su colega y compañero de docencia en la Facultad de Derecho de la UBA, el Dr. don Alberto Fernández
En medio de la campaña electoral, actuar con presteza para dar resolución a este problema y hacer fluir la continuidad de la vida institucional, habría sido un interesante punto a favor del presidente. Digamos: él conocía que en cualquier momento la Dra Highton se iba a ir, entonces el nombre de una jueza que la pudiese reemplazar, ya estaba en la carpeta de Alberto, se anuncia públicamente, se envía la propuesta al Senado y se demostraba eficiencia y capacidad resolutiva. Pues no fue así, porque ahora parece que comienza una danza de nombres en la que varios van a meter baza en pos de sus intereses.