La distribución de las paradas de colectivos

En 2012, el gobierno porteño echó mano sobre las paradas de colectivos, considerando que establecería un mejora en su distribución, para evitar abroquelamientos de unidades en derredor de un único punto de una vereda. Es cierto: cuando hay varias líneas de colectivos operando en una missma calle, es importante considerar varios factores al momento de distribuir las paradas. El proiblema es que se le encargó a un departamento del ministerio de transporte que lo hizo realmente mal.

Para muestra basta un botón: En los barrios de Pompeya, Parque Patricios, Constitución, San Cristóbal, Monserrat, Balvanera y San Nicolás, todos quienes están acostumbrados a viajar en colectivo, saben que las líneas 6 y 50 van a Retiro haciendo el mismo recorrido, apartir de la Av Entre Ríos y Brasil.

La famosa «Distribución Inteligente de paradas» de la que, entonces, se jactó el GCBA, no hizo coincidir las paradas de las dos líneas señaladas, generando que el pasajero tenga que elegir una de ellas en el punto donde para uno de ellos o pararse a 35 metros para esperar el otro.

Incómodo.

Desorganizado.

Poco inteligente.

Desconsiderado.

Cruel.

Sí, efectivamente: la distancia entre paradas es fundamental para lograr un equilibrio entre la comodidad para los pasajeros y la eficiencia general del servicio de transporte. Pero es absurdo dejar separadas las paradas de líneas que van al mismo destino y por la misma ruta.

Este inconveniente se observa en todas las paradas de la Avenida Entre Ríos hasta la que sí tiene a ambas líneas en una casilla donde se las puede abordar de manera coincidente, entre la Av. Independencia y la calle Chile. Quiere decir que a quienes deben subir a cualquiera de estas líneas en Entre Ríos, pasando Independencia, se les satisface el derecho de elegir con comodidad en el mismo poste, mientras que a quienes tengan que tomar el 6 o el 50 en las cuadras de Entre Ríos desde la Av Brasil hasta Carlos Calvo (cuatro paradas) se los deja a la buena de Dios, teniendo que optar por pararse junto al postre de uno de ellos y apostar o rezar por haber elegido ponerse a esperar la línea que -entre las dos posibles que lo pueden llevar a destino- llegue primero, sin tener que ver que el colectivo se va, sin darle chances de subir, ya que es casi imposible encontrar choferes que se solidaricen con con las personas que sufren por este incordio, aunque sea evidente.

El problema es siempre el mismo: los funcionarios nunca viajan en transporte público. Ni siquiera los pinches de los Ministerios de Trabajo. La hipocresía jamás dejará de ser denunciada.

Este medio ha demostrado con creces ser absolutamente especialista en las necesidades no cubiertas de los usuarios de transporte público en la Ciudad de Buenos Aires. Jamás fuimos consultados. Ellos siempre creen que tienen muy en claro lo que hay que hacer. Y los motivos son -también- siempre los mismos dos:

La soberbia ególatra que los baña en su propia baba
El temor de creer que se está apelando a consultar a un adversario político.

La resultante se repite: si desde el Estado te jactás de contar con soluciones para el transporte público pero no viajás en bondi y/o subte y/o tren y/o premetro, todos los santos días y varias veces por día, la ley debería señalarte como un delincuente y deberías enfrentar unos añitos de cárcel. El transporte es un factor de alta señal para determinar la calidad de vida de una sociedad. Tomarlo para la joda y decir que se distribuyen «inteligentemente» las paradas de colectivo cuando, en realidad se le están sumando problemas a personas con problemas (ancianos, gente con obesidad, discapacitados, gente cansada o con poca movilidad, engripada, afiebrada, cargada con bolsos y equipajes, embarazadas o con chiquitos en brazos o de la mano, personas con problemas de visión o de audición, agitados, distraídos o abatidos por angustias personales de múltiples orígenes posibles) debería ser delito no excarcelable.