Hoy, 10 años del Papado de Francisco. Una fiesta para el mundo y un supuesto orgullo argentino, que también encuentra opiniones divididas(*).
Bergoglio manifestó su deseo de viajar al país.
Quizás se dé.
¿Qué es lo que debe esperar la población ante tal opción? Apenas la virtud compartida de contar, por tercera vez en el país, con la visita de un Sumo Pontífice, no sólo en pos de reencender el espíritu cristiano, sino para que intente expandir un soplo de alivio ante la caída de la Argentina en una de las alcantarillas de la pobreza con más velocidad y poder de succión que la que se haya visto en la historias de decenas de naciones en sus tiempos de decadencia. Sería parecido al oasis que Juan Pablo II sabía que debía venir a procurarnos aquel 11 de junio de 1982, cuando estábamos a horas de caer en el vacío como sociedad, tras capitular el sueño de Malvinas.
Si lograra venir, Francisco no haría menos que tal gesta. Y es probable que millones no vean ni el esfuerzo ni el efecto. Son pocas las personas a las que les toca el inconmensurable privilegio de viajar para dar paz.
Al mirarlo con lupa, se trata de devolver algo de la paz que se pierde cuando ya se fueron perdiendo tantas otras cosas.
¿Se necesita algo más? ¿Debería el Papa hacernos algún servicio? ¿Nos debe algo? ¿Estamos habilitados a reclamarle algún milagrito, alguna movida acomodaticia -tal como nos encanta- a favor del país?(**)
No, nene.
Francisco no nos debe ni la oraciones que pidió que hiciéramos por él, porque parece que las galletas no alcanzaron para llenar el tarro. La primera demanda de rezos -Semana Santa de 2013- más o menos recaudó plegarias. Ya al año, tenía a una buena parte del país en contra, igual que Lionel Messi. A ambos, un buen cúmulo de argentos les saltó a la yugular por no satisfacer el deseo de lo que para algunos ignorantes significa «lo popular» en tiempo y forma. Traducido: «¿No viniste a sobarnos el lomo chauvinista y vas a dar Misa a Brasil? ¿No sos campeón con la Argentina y con el Barcelona, sí? Son do’ pecho frío, son!»
Y ya advirtió: «El país no se va a salvar con una visita mía». Traducido: El país no se va a salvar rezando un par de Misas(***). Quizás con un siglo de Novenas y Misterios de Santo Rosario, despegaríamos.
(*) Si el Papa no hubiese sido compatriota, nadie metía púa en el combinado.
(**) (como si ameritara).
(***)Qué tentación de ponerle un punto y cerrar la oración inmediatamente después de la palabra «salvar». Se aceptan propuestas idiomáticas y fórmulas gramaticales de todo tipo, antiguas o novedosas que faciliten la comprensión integral del concepto que asegura que sólo depende de nosotros.