Año de inmensa expectativa, especialmente en las aristas social y política.
Año electoral.
Año en el que las definiciones acerca de qué país debe ser el que tenemos, no pueden seguir subiéndose a la calesita de las postergaciones.
Llegó 2023.
Tercer año en el siglo cuyas cifras suman 7.
Es dos mil veintitrés y no «veinte veintitrés», «tilingues».
De todos modos, -y a propósito de la injustificadamente molesta campaña electoral que se nos viene- advertimos que estaremos escuchando mensajes que vendrán, principalmente, del falso liberalismo y del falso progresismo, ideologías dominantes en las preferencias de los argentinos y representadas por las dos agrupaciones políticas que aparentan sentirse lo suficientemente seguras como para alternarse por muchos períodos más en el poder y continuar devastando al país, culpándose mutuamente de lo que cada uno de ellos no siente ni la más mínima culpa.
Brindemos.
Brindemos por el pasado, claro. En la Argentina, por el futuro nunca se debe brindar. Se debe rezar.
Pero podemos brindar por lo que para cada uno de nosotros pudieron haber sido los buenos, buenos tiempos. Los peronistas, por Perón; los radicales por Alfonsín, los setentistas de izquierda por Kirchner y los liberales por Menem (¿perdón? ¿no eran del mismo partido estos dos últimos?)
Ma sí. Mejor brindemos por la Scaloneta, que es lo único que en este país -hoy por hoy, habrá que ver en 10 años- consigue un poco de unión.
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