Ya era absolutamente mentira que el triunfo de uno u otro candidato en el Brasil implicara un impulso para uno u otro grupo político en la Argentina. El triunfo definitivo de Lula Da Silva sobre Jair Bolsonaro disparó esta mañana una catarata de nuevas especulaciones en los periodista que sólo viven de mantener su posición ideológica dentro de un país que lo que menos necesita son perdonas que le demuestren algún beneficio basado en la tendencia circunstancialmente mayoritaria de una u otra de las alianzas que en los últimos 33 años masacraron las esperanzas del habitante de la Argentina.
¿Con qué horadaron la vida de todos nosotros hasta convertirnos en constantes supervivientes siempre candidatos a caer en la más absoluta miseria luego de haber sido un país ultra vanidoso y cargado de supuestas potencialidades?
Primero, con sus liberalismos acordes al Nuevo Orden Internacional de los ’90s, sus convertibilidades perecederas, su «nueva cultura tributaria» y sus bombas financieras para explote el gobierno siguiente. Después, sus terquedades de sostener estructuras económicas que evidencian la debacle, sus megacanjes, sus Estados de Sitio y sus salidas obligadas del gobierno. Aparte, sus aprietes para acelerar las crisis, sus apariciones de salvataje mesiánico, su Argentina «condenadas al éxito» y sus devaluaciones.
Inmediatamente, sus comodidades en las comodities, sus giros nacionales y populares y sus relatos corrigiendo la historia. Pero también sus búsquedas de enemigos, sus vicepresidentes incompatibles con su propio presidente y sus incontables acciones que generan sospechas de corrupción. Ni qué hablar de sus gradualismos sin medir efectos, sus endeudamientos poco claros, sus acusaciones a la herencia y sus propias herencias. Y como si todo fuera poco, sus peleas a múltiples frentes internos, sus inoperancias, indecisiones y faltas de ética, sumado a sus halagos hipócritas a algunos gobiernos extranjeros y sus críticas innecesarias a otros gobiernos extranjeros.
Sabiendo que la nómina presentada es -apenas- un esbozo entre tantas otras circunstancias destructivas, ¿es acaso necesario discutir por qué se observa a millones de argentino ex clase media buscando comida o valores entre la basura de las grandes ciudades o por qué tantos jóvenes se van del país a buscar algún mejor horizonte, como lo había hecho -quizás- sus abuelos o bisabuelos cuando abandonaron su tierra y emigraron a aquella engañosamente prometedora Argentina?
Primero, Brasil va a beneficiarse a sí mismo.
Lo bien que hace.
¿Quién es el dormido (en mi barrio lo llamaban pelotudo) que puede creer que algún presidente brasileño va a ser condescendiente con la incoherencia Argentina en cuanto a su comercio exterior y ceder lo que el mismísimo Brasil se ganó en el mercado internacional haciendo valer sus materias primas, su industria y sus servicios, un trípode en el se impone sobre la Argentina en relación 3-1? ¿Alberto? ¿Mauricio? ¿Cristina? ¿Horacio? ¿Sergio? ¿Patricia? Cuidado, porque ninguno de ellos -diga lo que diga para la tribuna- especula para la nada misma.
¿No serás vos?
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