Reivindicación definitiva de su sello como artista y como persona al despedir a Carlitos Balá.
Paternal y amigable. Sutil pero profundo. Afectivo, aunque sanguíneo. Abierto y siempre ubicado.
Carlos Balá tiene tanta demostración visible acerca de su jamás asumida superioridad, que entendemos que su simultáneamente enamoradora manera de ser con quienquiera que tuviera enfrente, apenas significó -para él- el necesario motor de la humildad y así no tener que «asumir» su condición de superdotado, rayano en lo magno o genial.
El decoro no invita a dejar escritos aquí los nombres y apellidos, pero algunos críticos pour la galerie, dedicados, durante los últimos 35 años, a dar por sucio algún renglón de su currícula, hoy pisan su propia mierda al no poder resolver, con claridad responsable, el verdadero Quién es Quién dentro el amplio espectro de las artes durante el período 76-83. Y antes, también. Alzando el dedito señalador del escrache fácil y acostumbrados a hacerlo -ya que, entre otras canalla das, fueron y son los mismos que determinan quién es «mufa» en el ambiente artístico- fueron sobre el creador de las muletillas más pegadizas de la historia de la TV, porque sabían que -aunque nada fuera cierto- por su nivel de persona, él no les saldría hacer frente.
Colaboracionista, las pelotas!
- Canuto Cañete es de 1963.
- En los años siguientes, incluso en los de plomo, hacer comedia o dramas a partir de personajes militares era habitual en decenas de compañías teatrales y cinematográficas, desde las que muchos actores salieron disparados en 1983 a pedir a gritos -y cobrando migajas – que les den algún papelito menor en las películas «de culto» que en esa época estaban filmándose. De esa manera intentaban «lavar» la parte de su carrera que los involucraba con la liviandad artística que reinaba en la dictadura. Balá jamás necesitó eso. La hipocresía de los mediocres que no soportaron ver cómo el turquito de flequillo arrasaba con el afecto del piberío argento, llegó al punto – por dar un ejemplo- de escribir en la revista pseudorrevolucionaria «Salida», con enclenques secciones de cine, que las producciones de Carreras-Ortega-Balá eran «estaciones de paseo de abuelos a nietos». Si eso eran, significa que se daba por válida la jerarquía ética de la propuesta artística. En la misma sección, más de una vez se babearo por filmes militaristas de Hollywood. Todo, más allá de los gustos. De mal gusto es cambiar la historia en la cara de los que tenemos cierta memoria global.
- Hay que ser cobarde para haber osado desviar la atención de los niños, «operando» sobre sus mentes, con tal de mantener ad eternum el rentable monocromático revisionismo hacia la Argentina setentista. Todos fuimos setentistas y sufrimos la dictadura. Fue horrible que muchos recibieran balas. Parte de nuestros amigos quedaron en esas dolorosas páginas del horror. Pero nadie va a bastardear la lucha de los que recibimos palazos, encarcelamientos y amenazas con fusiles y pistolas apuntándonos a la cabeza.
- Cuando un pueblo asume las condiciones y circunstancias de su propio tiempo y luego se vuelca a su propia evolución, no debe cometer el cínico acto el trasladar la postura sociointelectual de coyuntura que presenta la mayoría del pueblo, para intentar aplicarlo como vara ética al juzgar el pasado.
¿Por qué no se los considera traidores a la causa revolucionaria a los que se exiliaron por haber sido avisados a tiempo de que figuraban en una agenda? ¿Quién tiene la culpa de que los mea culpa de Luis Labraña molesten tanto? ¿Cuál es la inocencia más aceptable para los, aún ahora, gestores de subsidio a los familiares de la víctimas del terrorismo de Estado? ¿la de sus hijos, que se fascinaba con Balá o la de los hijos de los milicos, quienes también veían Balabasadas y el Circus Show?
El monumental artista, presente en la vida infantil y de pubertad de -por lo menos- 7 (siete) generaciones de argentinos, fue tan longevo y sano como lo merecen los de su talla. La cuenta de generaciones abarcadas es fácil: en los años 50, cuando explotó su carisma, su mensaje y su contenido cautivó por igual a niños, sus padres, sus abuelos y hasta sus bisabuelos. La mayoría de aquellos niños, hoy son abuelos y hasta bisabuelos de miles de chicos que conocen los contenidos de Carlitos Balá, no sólo por la facilidad que brinda la tecnología, sino porque los chicos captan el metamensaje que significa encontrarse -entre sus familiares y allegados- con tantas personas de tantas edades, todos mayores que ellos, aprobando a alguien por unanimidad.
Amadísimo, lo despedimos como se merecía: devolviéndole presencia.