Así, es siempre para el argentino medio, es decir, de tendencia al pensamiento medio, capacidad de entendimiento medio y voluntad conciliadora media. En resumen: es la mediocre posibilidad de discernir de los fanáticos. La comprobada alternancia de considerar que el "discurso del Odio" es una característica del adversario, refleja de manera monumental cómo la inmensa mayoría de la sociedad y de los comunicadores, cae en la observación de la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio.
En el ámbito de los medios de comunicación, la -en principio- demostración de inmadurez de estar acusándose unos a los otros sólo por demostrarle a alguna tribuna su posición filosófico-ideológica, no sólo molesta al público, sino que indigna a los que conocemos -casi de memoria- a esos mismos que alzan sus voces, procurando generar vaya a saber qué efecto político a favor de sus líderes.
No hay que ser una eminencia en sociología ni perito psicológico graduado en La Sorbona para dar por seguro que, cuando la porción de la sociedad que se muestra enojada, ofendida o ninguneada a partir del efecto producido por la acción u omisión una de la agrupación política que no le cuaja, está asumiendo una actitud absolutamente diferente a si se viera perjudicada por la consecuencia del accionar o pasividad de quienes, a nivel dirigencial, les caen bien.
Por otro lado, existe una confusión, muy observada en una de las agrupaciones en pugna, que refiere a la habitual acción de poner «de moda» expresiones que funcionan como bajada de línea automática, sin mayores requerimientos de cómo ni cuándo deben utilizarse: En 2008, dirigentes del radicalismo y de la Coalición Cívica lanzaron el concepto de «crispación», ante el insistente deseo del recién nacido gobierno de CFK de querer subir las retenciones a las exportaciones agrarias. En tanto, operadores del kirchnerismo largaron a rodar, sucesivamente, expresiones para calificar -o descalificar- a quienquiera que asumiera el que para ellos era el rol de mosca molesta: «Antipolítica», «Medios hegemónicos» y «Discurso del Odio», no están elegidas al azar. Las tres, procuran posicionar a los ajenos a su agrupación como «poco democráticos».
He aquí, una nueva mirada hacia la paja en ojo ajeno.
Por supuesto, obvia y naturalmente, las filas de los liberalismos, representados hoy por el macrismo o el larretismo o el bullrichismo o el mileiísmo, están llenas de viejos simpatizantes de dictaduras. El problema es qué ofrece o presenta cada uno de los protagonistas de la vida institucional argentina en el aquí y ahora. Sea como fuere, al kirchnerismo y al macrismo se los debe escuchar con respeto, democráticamente. Lo que no vamos a admitir es que le vengan a contar en la cara a los miembros de esta organización periodística, que en el kirchnerismo, al igual que en el macrismo, no hay dirigentes autoritarios o ex simpatizantes y hasta ex miembros de las plantillas de funcionarios de los gobiernos nacional y provinciales en la propia dictadura 76-83.
Se esperan comentarios para establecer el encuentro y el debate. Será un placer realizarlo, que se transmita y pueda quedar grabado.
«Antipolítica» es la palabra más cómoda para quienes consideran que, en la vida, todo hay que someterlo a una supuesta consideración democrática o «de las bases». Por supuesto que en esa mirada hay una profundísima raigambre filosófica que termina resultando falaz, dado que hay miles de acciones humanas que no deben requerir la mirada fiscal de nadie y deben flotar, incuestionablemente, en el mar de la libertad. Por lo tanto, es certero y contundente que, al existir cientos de actividades humanas basadas en la más absoluta libertad individual, mucho hay para cuestionar que se le observe una determinada «despolitización» a cualquier persona, si no se observa al detalle y en profundidad el origen de su conducta.
Con este cuadro, yo puedo tener una actitud, una posición y una convicción políticas y buena parte de las personas que me observan, no darse cuenta de tal tendencia. Y encima, puedo tener miles de actitudes poco «amigables» con lo que hoy se considera «la política» o «una vida vinculada al compromiso con los demás, una actitud solidaria, un impulso en pos del bien común», etc. Así y todo, prima mi actitud original, poco «difundida», altamente comprometida, politizada o politizadísima y la mayoría de los pelotudos dispuestos a juzgarme se quedan mirando el bonsai que les tapa el bosque.
Seguimos repudiando el hecho conmocionante de ver por TV, una mano que empuña un arma y gatilla frente a la cara de Cristina y cuyo resultado -a juzgar por todos los peritajes- ha sido un verdadero milagro. Pero atribuir el hecho a los efectos del «Discurso de Odio» y dar por sentado que tal tendencia es propia y exclusiva de la oposición al gobierno que integra CFK, de la justicia (la llaman el «partido Judicial») que juzga a la mismísima persona agredida por hechos de supuesta corrupción y de los medios de comunicación que no les son complacientes, es tomar como rehén a la parte de la sociedad que reduce a todo lo que desea comprender, exclusivamente a la noticias que dejan bien parada a su líder, pase lo que pase. En la Justicia o donde sea.
Más allá de que el resultado también sea milagroso para el insólito agresor, quien tendrá un juicio distinto al que estaba dispuesto a enfrentar (si es que no lo linchaban y descuartizaban en la propia escena del crimen) el hombre deberá recibir una pena que no sólo le sirva a las matemáticas de la justicia y a la estadística de los intentos de magnicidio. También debe quedar en algún rincón de la conciencia de las sociedades argentina y alguna que otra, para ser utilizado el día en que nos sintamos dispuestos a establecer un pacto que nos permita vivir con nosotros mismos.