El general San Martín conoció en París a Gioacchino Rossini. El vínculo provino de la previa relación de ambos con el banquero español Alejandro Aguado. Don José estuvo en el estreno de su última obra, «Un canto a la Libertad».
A propósito, a primera función de ópera en Buenos Aires se había realizado en el antiguo Teatro Coliseo, el 27 de septiembre de 1825. Fue el Barbero de Sevilla, del propio Rossini. Es una de las obras maravillosas de Gioacchino Rossini que en ese momento disfrutaba -ya radicado en París- de la plenitud de su fama.El montaje contó con el apoyo de Bernardino Rivadavia para su montaje y contó con una orquesta de 24 músicos.
Un año y medio antes, José de San Martín había salido de estas mismas tierras con su hija Merceditas.
La travesía en «Le Bayonnais» hasta el puerto francés de Le Havre duró 72 días. Después de un breve período en Londres, San Martín se instaló en Bruselas e inscribió a su hija en un colegio de niñas.
Fue en una de esas oportunidades de trámites, que San Martín y el creador de El Barbero de Sevilla se conocieron
¿Qué unió al militar -eterno en el bronce de los argentinos- con uno de los músicos más célebres de su tiempo y de todos los tiempos?
Varias fuentes en el ambiente amante de la música citan que San Martín asistió al estreno de Guillermo Tell, de Rossini, su última ópera. Fue el 3 de agosto de 1829 en la Ópera de París.
Aunque San Martín viajó con frecuencia a Francia -en 1828 visitó las termas de Aix-la-Chapelle para tratar su artritis reumatoide recurrente y luego llegó a París por la Ruta de Nimes-, es poco probable que lo hiciera en el verano europeo.
El año siguiente fue el de su frustrado viaje de regreso a Buenos Aires, cuando -al enterarse del fusilamiento de Dorrego y de las guerras civiles- decidió no desembarcar y regresar a Francia
También se menciona que San Martín fue llevado a la Ópera de París por Alejandro Aguado, el banquero que se convertiría en su amigo, protector y benefactor. Pero hay versiones que aseguran que la relación con Aguado -natural de Sevilla, afincado en París y una de las mayores fortunas de Francia gracias a sus «renegociaciones de la deuda» del reino de España- comenzó más tarde.
El general pudo contemplar la galería de arte de su amigo (obras de Leonardo, Rafael, Rembrandt, Velázquez Caravaggio y las firmas siguientes) y también compartir las veladas con un círculo privilegiado: entre ellos estaban Rossini, Alejandro Dumas, Victor Hugo, Honorée de Balzac y Eugène Delacroix. Aguado fue mecenas de varios de ellos, así como el mayor contribuyente de su tiempo a la Ópera.
Gioacchino Rossini nació en Pesaro en 1792 y con tan solo 14 años compuso su primera ópera, Demetrio y Polibio. Seis años después, ya era el compositor más famoso de Italia. Se casó con la española Isabella Colbrán y vivieron un tormentoso matrimonio que se disolvió cuando la dama de moda de la época, Olimpia Pellisier, apareció entre ellos.
Para Rossini, Guillermo Tell fue la 39ª y última ópera. La había compuesto tras agotadoras negociaciones con la Ópera de París.
Murió en 1868 y sus restos reposan en Santa Croce, en Florencia, junto a los de otros gigantes como Miguel Ángel, Galileo y Maquiavelo.
San Martín y Rossini
Ya se trate de un primer encuentro en la Ópera o, en las veladas de Aguado y Rossini, que marcaron una época en París, la verdad es que los encuentros entre San Martín y el gran músico existieron. No hay muchas descripciones, pero hace unos años, fue el tema de una obra de teatro (En París con un aguacero, escrita por Enrique Papatino y dirigida por Enrique Dacal en el Teatro del Pueblo): un diálogo imaginario entre un general retirado (Víctor Hugo Vieyra) y el profesor de música (Cutuli).
San Martín se instaló en París en 1830. Primero alquiló un piso en el 32 de la Rue de Provence, donde ya se había alojado uno de sus hermanos, Justo Rufino. La epidemia de cólera, que lo llevó al borde de la muerte en 1832, lo obligó a mudarse a Montmorency. Ese año, además, su hija se casó con Mariano Balcarce.
. “El joven Balcarce había llegado de Londres, donde estaba empleado por la delegación argentina. fue a visitar a la familia San Martín y se enteró de la tragedia en que se vieron sumidos el general y su hija a consecuencia de la epidemia y se convirtió en ayudante de la familia, ayudándolos a superar la mala situación. San Martín en una carta dice: ‘Balcarce fue nuestro redentor. Allí Mariano conoce a Mercedes, intima con ella y sobreviene el matrimonio”, indican las memorias del Instituto Sanmartiniano.
Dos años más tarde, ya con el apoyo de Aguado, San Martín adquiere una casa (Rue St George 35) y su pequeña villa en el municipio de Evry-sur-Seine, que actualmente es el Convento de la Soledad, de la orden de Sión.
Aguado, que vivía a sólo 300 metros de distancia, hizo construir un puente para unir las dos residencias.
Armando Puente, periodista y politólogo, fue uno de los que investigó ese período de San Martín y escribió «Historia de una amistad, Alejandro Aguado-José de San Martín». Allí afirma que “San Martín frecuentó a muchas figuras destacadas de la sociedad francesa y europea de la época que circulaban en torno al muy notorio Alejandro Aguado.
No hay duda, por ejemplo, de que San Martín iba a la Ópera de París, un importante punto de encuentro social y seguramente allí saludaría a la gente de la política del escenario, como el prestigioso general americano que era».
San Martín dedica sus años en París a la lectura, teatro, paseos, amigos. Entre 1831 y 1836, sus amigos americanos en Francia eran chilenos y peruanos. No había argentinos entre ellos. Sí trata a representantes diplomáticos argentinos, pero en feriados nacionales y poco más. »
Alejandro María de Aguardo y Ramírez, Marqués de Guadalquivir, murió en 1842 en Gijón. Hanía nombrado a San Martín como su albacea y tutor de sus hijos
Debido al estallido revolucionario y la violencia del 48, San Martin se alejó hacia la costa, Boulogne-sur-Mer.
Allí, en el 113 de la Grand Rue, se encuentra la que fue su última morada, propiedad del abogado y periodista Alfred Gérard.
Por iniciativa del Presidente Marcelo T. de Alvear, el Estado Argentino lo compro en 1926 y posteriormente pasó a ser la Casa-Museo San Martín, donde también funcionó el consulado. Ahí Antonio Alice pintó el retrato del Libertador. También está el mural alusivo de Antonio Seguí y desde 1909, la estatua del Libertador a la que los lugareños atribuyen propiedades milagrosas: fue lo único que quedó en pie cuando los alemanes bombardearon en la Segunda Guerra Mundial.
José de San Martín murió en esa casa a las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850, tenía 72 años y sus restos fueron depositados en la cripta de la bella Notre-Dame, de esa ciudad. Solo tres décadas después, finalmente fueron llevados a Buenos Aires. Gérard, en el «Imparcial» de la ciudad, publicó la primera «necro» de la muerte del Libertador y, además de descripciones personales, ofreció opiniones que desde entonces son motivo de interpretación de los historiadores, aludiendo a la relación de San Martín con Bolívar y su posición frente a la invasión anglo-francesa en tiempos de Rosas.
Gérard escribió que «El señor de San Martín era un hermoso anciano , de una estatura alta que ni la edad, ni el cansancio, ni el dolor físico habían podido doblegar. Sus rasgos eran expresivos y comprensivos; su mirada penetrante y vivaz; sus modales llenos de afabilidad; su instrucción una de las más difundidas; él Sabía y hablaba francés, inglés e italiano con igual facilidad y había leído todo lo que se puede leer».
También contó que “su conversación fácilmente jovial era una de las más atractivas que se podían escuchar. Su benevolencia no tenía límite. Tenía verdadera simpatía por el trabajador pero quería que fuera trabajador y sobrio. Y ningún hombre jamás hizo menos concesiones que él a él. Esa despreciable popularidad que se vuelve halagador de los vicios de la gente. ¡Él les dijo a todos la verdad! »
Rossini era famoso por sus óperas cómicas, pero Guillermo Tell se inscribe como «grave». Según la biografía del músico, escrita por Richard Osborne, “el texto final fue retocado por el propio Rossini y Armand Marrast, el joven secretario de Aguado, en cuyo pueblo rural trabajaba el músico. Aquí también se manifiestan elementos pastoriles y populares y un sentido instintivo del estilo de lo pintoresco, así como el interés de Rossini por la psicología de la paternidad y en la política de un pueblo que busca la Independencia.
La ópera fue bien recibida, aunque solo se programó regularmente una década después. “No es una obra revolucionaria, ni por contenido ni por intención. Es una historia sobre hombres y mujeres del campesinado. Inducido por la tiranía realizar actos de valor simple en un espíritu que es a la vez idílico y heroico. Por eso mismo, era un tema que encajaba bien con el temperamento y la experiencia de Rossini”, escribe Osborne. Los críticos musicales describen la escena final como «sublime, con un fondo de montañas nevadas, el sol derrama belleza en un pueblo por fin libre «Un verdadero himno a la libertad , un sentimiento que seguramente unió a San Martín y Rossini.
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