Las obras sociales se encuentran frente a una oportunidad única: Un crédito para que puedan mejorar la tecnología médica utilizada para sus afiliados. El Banco Nación es el vehículo para esta financiación que la enorme mayoría de las mutuales pueden enfrentar.
Hay que tomar en cuenta que de ese gran bloque de instituciones financiadas tanto por el aporte de empleados del rubro gremial correspondiente, como de monotributistas que, a través del «pack» recaudado por la AFIP, muchas aducen estar en crisis. Algunas obras sociales se dan por muertas, con «operaciones de desaliento», lanzadas por grupos de afiliados que comentan en redes sociales y hasta en las propias dependencias de sus centros médicos.
Se conoce que esas acciones se venían realizando con la anuencia de las propias secretarias generales de muchos gremios, desde antes de la pandemia por coronavirus. Ya en 2021, la tendencia tuvo que ser corregida, porque desde algunos sectores del periodismo, se comenzó a sospechar de algunos inicios de vaciamiento.
El BNA, en 2022, les da la oportunidad que -entre lágrimas- parecían hacer notar que jamás les llegaría.
Estas organizaciones de salud, con un título genérico que dispara la idea conceptual de solidaridad con el grupo de humano enrolado, son -en general- manejadas con las mismas pautas comerciales de una empresa privada. Y quizás exista un punto en el que se manejen con similar frialdad matemática con la que lo hace una compañía petrolera: el corte de servicio médico a cualquier usuario al tercer mes de que no puede abonar su cuota.
Finalmente, nunca hay que olvidar que las obras sociales tienen siempre muy bien afilado su departamento de auditoría, que determina qué beneficio solicitado por un afiliado, «corresponde» que la entidad cubra o no. Se trata de una suerte de comité que cuida el presupuesto de la casa.
Valdrá la pena conocer si los afiliados podrán integrar el equipo que audite de qué manera se utilizará el crédito que reciban.