• Diario 5 -Buenos Aires, jueves 24 de abril de 2025

Adiós, papis y mamis

PorMarcelo Zanotti

May 10, 2022

El sistema presidencial deja cada vez más falencias visibles pero nadie en la generación actual de dirigentes tiene la valentía y la hidalguía suficientes como para proponer una reforma constitucional que le haga caer la ilusión de manejar una botonera que le permita tener el control de mucho más de lo que debería quedar bajo el criterio de una sola persona.

«Si yo fuera presidente» fue, desde siempre, una introducción al criterio que cada uno de nosotros podía tener para generar un beneficio al país. Y casi siempre, ese «criterio» se nos establecía en la mente por sólo voluntarismo teórico, es decir, sin pensar demasiado cómo haríamos para cumplir nuestras metas si llegáramos al poder.

Pues bien, la mayoría de quienes sí lo han logrado, no se diferencian en lo más mínimo en nuestras infantiles formas y nuestros soñadores métodos. Y en algunos casos, la improvisación supera la de nuestras más inviables fantasías con el bastón de mando.

Es que no es difícil que en una nación inestable ocurra ese desbarajuste, el que -cuando la inestabilidad se convierte en franco declive hacia una decadencia irrecuperable- pasa a ser una acción garantizada.

¿El problema es de un presidente, otro u otra?  Es indudable que una parte de las sucesivas desgracias sociales y políticas de la Argentina se deban a las actitudes mesiánicas de varios de los que se sentaron en el puto Sillón de Rivadavia. Pero el problema no fueron sólo ellos y ellas. Una parte del gigantesco berenjenal en que la Argentina ha depositado su osamenta es responsabilidad de la poco defendida idea de progreso por parte de los constituyentes que, en 1994, bailaban el minué de los líderes del Pacto de Olivos, satisfaciendo el deseo momentáneo de los grandes líderes del momento y soñaban con alcanzar esos lugares como sus herederos.

El presidencialismo es una forma encubierta de tener un emperador, con la simpática opción de ir cambiándolo con el votito del pueblo.

Es inmenso el necesario grito de basta de presidente multicontrol.

Muchas veces nos llenamos la boca pretendiendo utilizar a algunos países como modelo de producción, de seguridad, de estabilidad, de sistema de salud, de método educativo, de asistencia social y tantos otros aspectos en los que la Argentina necesita aprender. Esos países -europeos todos- ya demostraron que no pueden permitirse el lujo de poner tirifilos en sus Congresos, porque de esos parlamentarios no sólo se establecerán la leyes cotidianas, sino el gobierno mismo, que será controlado paso a paso y día a día, por los ojos del engranaje colegiado que garantice que no haya que esperar uno, dos y hasta tres años para superar una crisis porque lo que -supuestamente- el país «necesita» es esperar a que termine el mandato de un presidente al que no se le puede decir «gracias, pero córrase, por favor».

Dinamica, capacidad de reacción, reflejos. No hay nada ni nadie que o pueda hacer más veloz y eficazmente que un organismo colectivo con poderes repartidos entre sus miembros y preparado para cualquier acción necesaria que surja del Poder Ejecutivo que ellos custodian.

Algunos irresponsables se hacen los graciosos y consideran que en la actualidad, el poder ejecutivo está íntegramente controlado desde el Senado, precisamente desde la presidencia de la Cámara Alta. Mal chiste.

El congreso se pone de acuerdo con un presidente sin desgaste político, se le encarga el gobierno a un primer ministro y se acabaron los emperadores, los papis y las mamis que todo lo controlan a su gusto.

Adiós, papis y mamis

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