Los que pierden sus trabajos, son desafiliados por los sindicatos a los seis meses. Es la propia ley la que genera este mecanismo de abandono de persona. La norma es de 1988, es decir, del tiempo anterior al vendaval que barrió -en los ´90- con la certeza de la empleabilidad plena en la Argentina y los cambió por un formato desconocido e inconsolidable, mezcla de precarización laboral y lotería de puestos de segunda categoría para abajo.
Claramente, la celebración del Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, para la Argentina se ha transformado en una conmemoración elitista. Lo mismo ocurre con todo lo referido a las necesidades que deben ser cubiertas para los trabajadores, muchas de ellas consideradas «logros» de la lucha sindical a través de los tiempos. Y vale oro que se sigan respetando y sosteniendo. Ahora, algo hay que hacer, cuando se observa a sindicatos que dejan a la deriva a los afiliados que pierden su trabajo.
Es hipocresía hablar de la defensa profunda de los trabajadores cuando la Ley de Asociaciones Sindicales Nº 23.551 y su reglamentación, a través del Decreto Nº 467/88 , sancionada el 23 de marzo de 1988 y promulgada el 14 de abril del mismo año, publicada en el Boletín Oficial el 22/4/88, se deja a la deriva al trabajador, luego de seis meses de ser despedido y se o desafilia automáticamente del sindicato que sea.
Si gritamos para que le den aumento de sueldo al que quedó del lado de adentro (no hay que olvidar que estar allí es sólo una cuestión de suerte) hay que tener una solidaridad diferente con los que se quedaron afuera. Esto significa que la CGT y los sindicatos más poderosos que la administran, DEBERÍAN APORTAR PARTE DEL DINERO A LOS PLANES SOCIALES. De esta manera el estímulo para convertir a los planes en factores de trabajo, apuraría las soluciones -como se diría jugando a las escondidas- dando piedra libre «para todos los compañeros».
Veamos la chicana legal que libera a los sindicatos de tener que sostener al trabajador justo en el momento que más lo necesita. Esta es una discusión que – probablemente- forme parte de la definitiva reestructuración de un país que está desmembrado en casi todos sus sectores productivos.
En el párrafo siguiente a la expulsión, la quita de la dignidad: ni votar por sus representante pueden. Pasan a ser parias, algo así como ex ciudadanos. Hay que cambiar esto porque el futuro no es como en 1945, cuando Perón pudo beneficiar a millones de trabajadores con sus medidas y sus leyes. No habrá tales beneficios porque no hay trabajo como entonces, ni mucho menos. Hacerse cargo y lavarse de hipocresía puede ser la primera de las actitudes que se hacen necesarias en el futuro, para que el trabajo pueda volver a dar presente en la gran mayoría de los hogares del país.
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