En la Argentina, el desacuerdo es un deporte y -encima- la mayoría de los que lo juegan son altamente competitivos. El efecto es permanente y devastador pero como el ánimo social está encallecido y naturaliza todos los males, todos los males puede repetirse a diario sin que algo o alguien lo evite.
Si casi todos estamos en contra de Alberto Fernández por motivos diferentes, significa que ninguno está preparado para acordar con nadie. Por lo tanto, da lo mismo que gobierne Alberto o cualquier otro, ya que no hay caminos posibles para todos juntos circulemos por él.
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