Los abuelos de Renè Gerònimo Favaloro, propietarios de viñedos destruidos por la filoxera, partieron de Salina, Italia, a finales del siglo XIX. Hacia la Argentina, donde nació el padre del bypass, la cirugía aorto-coronaria más efectiva y extendida del mundo. Es el médico que fue nominado al Premio Nobel, al que hasta Google le ha dedicado un «doodle». Y regresó a las Islas Eolias en 1999, un año antes de su muerte, para recibir la ciudadanía de honor que le confirieron los municipios de la isla, en el mismo año en que el presidente Cossiga le otorgó el título de Gran Oficial al Mérito: «Todos debemos estar orgullosos de nuestra sangre siciliana -dijo durante la ceremonia-. Y por eso aquí en Salina, la tierra de mis abuelos, me emociona hasta el fondo del alma. Estoy apoyando mis pies en mis raíces. La vida ha sido amable conmigo: por mi trabajo como cardiocirujano, he tenido muchas satisfacciones y reconocimientos. Pero lo que me has organizado hoy tiene un sabor especial”.
Y si hoy, más que nunca, en el mundo se conoce su vida se debe al joven y tenaz editor siciliano Giambra que en estas horas ha publicado el libro biográfico “Sigue vivo. ¿Quién mató a René G. Favaloro?”. por Luca Serafini, periodista negro y entusiasta del deporte, corresponsal y autor de programas de televisión. Renè era hijo de un ebanista y una costurera de quienes aprendió, junto con el arte de la precisión y la destreza, («un buen cirujano debe ser también un buen carpintero») la honestidad y la inclinación por el bien.
Renè Favaloro no se resignó a la pobreza, la injusticia, la corrupción. Asistió brillantemente a la Universidad de La Plata para convertirse en médico. La devoción por su profesión se expresó de inmediato cuando, para reemplazar a su tío médico, se mudó a un «pueblo» en el desierto. El 25 de mayo de 1950 tomó el tren con una chaqueta de franela y una bufanda hecha por su novia Antonia, quien se convertirá en su compañera de toda la vida, para ir a Jacinto Arauz, un pueblo donde a su llegada sólo había casas escasas y a su partida una ambulatorio, hospital de 20 camas, banco de sangre para emergencias. En poco tiempo, el hospital, su obra maestra, se convirtió en el distrito médico más grande fuera de la provincia de Buenos Aires. En su Chevrolet 34, atravesó caminos polvorientos para alcanzar a una mujer embarazada, extraerle un diente, procurarle equipo.
Para madurar en la práctica quirúrgica, se fue al centro más avanzado en cirugía torácica y cardiovascular, la Clínica Cleveland; en el ’62 tomó el Boeing 707 de Aerolíneas Argentinas a Cleveland en Ohio. Estaba a punto de dar el paso que lo llevaría, como pionero, a la historia mundial de la cirugía cardíaca. En USA donde imperaba la meritocracia, en poco tiempo, de visitante sin sueldo, pasó a ser insustituible y se incorporó al personal directivo; en 1965 realizó la primera embolectomía pulmonar en la historia de Cleveland; en 1966 colaboró en el diseño de un corazón artificial.
Hasta la histórica intervención que le hizo entrar en el Olimpo de las luminarias, cuando practicó la revolucionaria técnica del bypass arterial coronario, reduciendo drásticamente la mortalidad de los pacientes que padecían enfermedades del corazón. Era el 9 de mayo de 1967 cuando se implantó el primer bypass de la historia, envolviendo al cirujano y al departamento en un aura de gloria. En 1968 se injertó el primer bypass doble, y en año y medio la clínica se convirtió en la primera del mundo por número de cirugías torácicas. Además, solo unos meses después del trasplante de Barnard, Favaloro realizó el primer trasplante de corazón en la historia de la Costa Este.
Estaba, en 1970, en el apogeo del éxito, con seguridad económica, cuando su conciencia lo volvió a llamar: «He recibido decenas de ofertas de instituciones prestigiosas… Podría ganar hasta 2 millones de dólares, pero quiero ir». de regreso a Buenos Aires a enseñar y ayudar a mi gente”. Así regresó a un país atravesado por golpes, dictaduras, por la sangre de los desaparecidos, por los pañuelos de las madres de Plaza de Mayo, por los tenues neones de la tortura. En Argentina logró su última hazaña, la creación de un centro de excelencia, inspirado en la Clínica Cleveland. La Fundación Favaloro nació gracias a sus recursos ya los créditos que contaba con bancos y entidades públicas y privadas. Pero la indiferencia, la insolvencia de estas instituciones, llevó a la clínica a una grave exposición de la deuda. Pero no cedió a los compromisos.
Fue entonces cuando las puertas cerradas, la falta de respuestas detuvieron al hombre que había desafiado la miseria. El 28 de julio de 2000 confió su entrega a la bala de un revólver calibre 38 dirigida a su corazón, ese corazón que conocía bien, que había curado, para salvar su vida: «La muerte es mi principal enemigo, pero debe esperar». por mi total agotamiento antes de llevarme a mi paciente». El cirujano escribió siete cartas, entre ellas una al presidente Fernando de La Rúa: «Me siento solo… ahora mismo poner fin a los principios éticos que recibí de mis padres es sumamente difícil para mí, no puedo cambiar, prefiero desaparecer». … Estoy cansado de luchar «.
El 29 de julio de 2000 se proclamó duelo nacional, TV, diarios sudamericanos y norteamericanos le dedicaron páginas, portadas y horas de transmisiones. El gobierno, dos días después de su muerte, canceló las deudas y pagó los créditos. El 12 de julio, aniversario de su nacimiento, se celebra el Día Nacional de la Medicina Social y en 2015 se emitió un sello con su efigie. En 25 años, su universidad ha graduado a 23.000 estudiantes y cada año se realizan 7.000 cirugías en la clínica. Y la de Renè Favaloro, que los campesinos de la Pampa llamaban, «la mano de Dios», sigue sanando hoy.
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