Pero Albion House cerró antes que Gath & Chaves. Y ya en 1970, con la moneda redenominada, a través de la Ley 18.188 y el surgimiento de los «Pesos Ley», la administración de la compañía confirmó todas las sospechas de debacle económica que sobrevendría de la mano de una inflación imparable.
Albion House se promocionaba con un «desafío»: Ellos vendían más barato. Pero no era como la estrategia comercial de la cadena de supermercados famosa por si «compromiso»: Todo lo que Albion vendía era de altísima calidad y a precios que valían la pena algún esfuerzo.
Cuando decimos «de calidad», casi no tenemos idea del control que sabían ejercer nuestras abuelas por aquel entonces: el poliéster no existía en el lenguaje de las altas producciones textiles, ya que el algodón al 100% era lo único aceptable en Buenos Aires, donde la inmensa mayoría de los consumidores sabía perfectamente cómo defender el dinero que se ganaba y decidía gastarlo. Un placer habitual de aquellos tiempos: acercar la prenda a la cara para percibir aroma y textura de la pureza de la trama.
Albion House fue un símbolo perfecto del refugio sudamericano que elegían los inmigrantes que huían de la Europa en guerra
Pero hubo un problema.
Toda empresa que en la Argentina se dedicaba a darle facilidades al consumidor, se encontró con que el Estado jugaba sucio, favorecía a los especuladores y los perjudicaba a ellos.
La vieron a tiempo y no tuvieron que sufrir ni al Celestino Rodrigo devaluador traicionero del 75, ni al Martínez de Hoz desarticulador traicionero del 79 y menos que menos a los cráneos posteriores.
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