• Diario 5 -Buenos Aires, miércoles 4 de diciembre de 2024

La CNRT, cada vez peor

PorMarcelo Zanotti

Feb 16, 2022

Venimos denunciando la inacción de la Comisión Nacional de regulación del transporte desde hace mucho tiempo. Nos sentimos partícipes de una lucha que no acompaña ningún militante de ningún sector político, porque la ignorancia los colapsa. Tal apatía, promueve la alegre continuidad en el cargo de la CNRT de José Arteaga, un histórico cero a la izquierda de la politica que hace oídos sordos a las miles de denuncias anuales que -al estudiarse combinadas- promoverían la real estructura necesaria para un transporte público que funcione -por lo menos- de manera normal.

La CNRT, cada vez peor

La muerte en Berisso de Isabella Marino al caer de un colectivo que llevaba la puerta abierta yendo a gran velocidad, pone mayor presión en la caldera de la necesaria definición de cómo se debe convivir en la Argentina entre los servicios de transporte, sus operadores, las compañías de seguros, los dueños de las empresas y los usuarios.

En principio y para que quede bien claro de entrada, consideramos que sólo a alguno de los últimos les interesa este tema.

Casi nadie piensa soluciones desde los gremios, a las empresas de trasnporte les conviene hacer todo fácil, a las compañías de seguros les viene bien que todos marquen el paso según ellos determinan en las pólizas (si no, a la hora de un problema, nadie cobra) y a los funcionarios con despachos nutridos de aire acondicionado frío-calor, les cabe la de -cada tanto- meter un poco de cara de circunstancia, saludar dando algún que otro pésame y a casita, que se enfría la comida.

En el transporte público hay dos veredas: la del transporte y la del público. Si el estado no es sensible a esta premisa, los servicios siempre tendrán graves inconvenientes.

Son muchos, muchísimos los problemas que genera la falta de reglamentación a conciencia establecida por la ineficiente CNRT, hoy manejada por el falto de ideas y criterios razonables José Arteaga, un calientasillas que jamás tuvo la categoría necesaria de funcionario para decidir lo que resolvería todos los problemas públicos del transporte público en la Argentina: hacer funcionar el mecanismo de denuncias, publicando la estadística y devolviendo respuestas a quienes con nombre y apellido se encargan todos los días de marcar el rumbo necesario para que la regulación del transporte se ubique en perfecto equilibrio cero.

El planteo no es de hoy. El lector de Diario 5 sabe que lo venimos haciendo desde hace mucho tiempo: todos los ítem de regulación del transporte van detrás de las pautas establecidas por las compañías de seguros. Pues, esta vez, ni eso cumplieron: murió una chica por llevar la puerta abierta y a alta velocidad, por lo que a la línea 218 está en una situación muy comprometida, sin perjuicio de los «salvatajes» que la CNRT acostumbra a brindar a algunas empresas de colectivos cuando están en problemas.

Durante años vinimos diciendo que en nombre de la «la seguridad», un colectivero no le abre – por ejemplo- la puerta a una señora con dificultades para moverse en una esquina en la que no se encuentre el mentado poste o la psudogarita que suele indicar que allí hay una parada. Ridículo de toda ridiculez al contar la historia, pero injusto de toda injusticia al tener que quedarse sin viajar. La esquina es segura, el colectivo está detenido al lado del cordón y el chófer no abre la puerta, porque el reglamento no lo permite.

¿Se entiende lo que estamos planteando? El tipo no abre la puerta aunque el vehículo está parado y en un lugar seguro, todo en nombre de «la seguridad» a la que alude el reglamento, avalado por ordenanzas municipales y leyes de la Legislatura porteña !!!!

Pero la contrapartida indignante aparece cuando, en paradas oficiales de colectivo, el conductor no puede acercar el ómnibus al cordón de la vereda por motivos diversos (quizás, otro vehículo allí estacionado o un arreglo en la acera) y entonces -ahí sí. ¿no?- el responsable de la unidad abre la puerta en el medio de la calle para que los pasajeros bajen y suban.

Estos canallas empoderados por un volante y un boton abrepuerta, que cambian a su gusto la vara de cómo medir la correcta forma de accionar para tener un supuesto orden en el transporte, ya cansaron a la gente. Y como si todo fuera poco, ahora, también dejan que los pasajeros se caigan del colectivo y mueran.

Lo menos que puede hacer José Arteaga para comenzar a encontrar caminos hacia una mejor regulación del transporte público, es presentar su renuncia, para que el presidente Fernández busque en su reemplazo una persona con mayor sensibilidad frente a quienes toman colectivos, subtes y trenes.

Sabemos lo difícil que es abstraerse de ser un funcionario que todo el día está en una oficina cómoda y cuando se tiene que movilizar lo hace en auto con chófer o en el suyo propio. Hay algunos que dicen viajar en transporte público. Y es cierto: cada tanto lo hacen. Cada tanto,. claro. Eso es suficiente para que no entiendan. Y no entienden. Y suelen encontrar argumentos para refutar esta teoría, esgrimiendo -con sorprendente hipocresía- una «vocación de servicio» que los enorgullece.

Hay una terrible incompatibilidad entre los cargos del estado vinculados al transporte público (CNRT, Secretaría de Transporte, etc) y la manera en la que viajan sus autoridades. No sería una mala propuesta considerar una reforma constitucional respecto de este detalle, en vez de estar siempre apostando a esa posibilidad sólo para los aspectos donde se abre la mayor especulación política, como las duraciones en los cargos electivos y sus opciones de continuidad.

 

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