El paso de 25 años del crimen del reportero gráfico asesinado trajo consecuencias múltiples en el universo de la comunicación y su vínculo con el poder en la Argentina.
José Luis Cabezas es, probablemente, el máximo símbolo del periodismo que sufre la intolerancia del poder, pagando con su vida en el ejercicio de su actividad profesional: En nombre de eso, hoy es el Día del reportero Gráfico en el país.
El 25 de agosto de 1995, el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, acusó al empresario del clearing bancario Alfredo Yabrán, de ser el líder de una «mafia enredada en el poder».
En ese momento, no existían fotos de Yabrán de dominio público. Se decía que ni siquiera los «servicios» tenían una. Durante las entrevistas que concedió, no había permitido que nadie le tomara una foto.
Pero el 16 de febrero de 1996 que Cabezas, disfrazado de turista, logró fotografiar a Yabrán y su esposa en la playa «Marbella» de Pinamar. Tres fotos que fueron publicadas en la Revista Noticias el 3 de marzo de 1996 fueron suficientes como para desencadenar una catarata de injustificables demostraciones de poder. Dos días después, el cronista que trabajaba junto a Cabezas, Gabriel Michi, publicó un informe sobre las actividades comerciales de Yabrán. A medida que avanzaba la historia, Cabezas recibió varias amenazas de muerte.
En la temporada de verano siguiente, el 25 de enero de 1997, Cabezas estaba de regreso en Pinamar para cubrir las instancias periodísticas de la acostumbrada celebración del cumpleaños del operador postal Oscar Andreani. A la salida de la fiesta fue secuestrado por desconocidos y llevado a una cava en las afueras de Pinamar. Allí lo mataron de dos tiros en la cabeza y el cuerpo fue calcinado en el auto alquilado por Noticias .
La situación política de ese momento ubica al asesinato durante la gestión de Carlos Menen en la Nación y de Eduardo Duhalde como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Con el retorcimiento habitual de algunos analistas, cuya seriedad siempre queda a mitad camino de lo que se espera, el hecho fue considerado una posible señal delictiva de la Policía de la Provincia de Buenos Aires a la cúpula policial.
Tanto Menem, como Duhalde declararon que les habían “arrojado un cadáver”. El «Cal-lo» prometió resolver el caso. Pero sólo entorpeció las investigaciones. Menem demostró que saraseó y careteó con su postura, dada la naturaleza de la investigación y sus estrechos contactos con Alfredo Yabrán, ya por entonces, el deschavadísimo sospechoso de instigar el asesinato. A mediados del 1997, el periodismo, la justicia y decenas de empresarios perjudicados por Yabrán forzaron al gobierno a reconocer que muchos de los funcionarios tenían algún tipo de vínculo con Don Afredo. En 2001 explotó la denuncia de que Menem se mudaba a una lujosa casa que había sido regalo de Yabrán.
Al momento del asesinato, la prensa argentina en general, y la revista Noticias en particular, gozaban de buena reputación por denunciar casos de corrupción . El asesinato de Cabezas ha sido atribuido a personas e instituciones corruptas como un ataque a la libertad de prensa. Medios de comunicación, asociaciones de periodistas, activistas de derechos humanos y numerosos ciudadanos se manifestaron públicamente por un rápido esclarecimiento del caso. El lema ¡No se olviden de Cabezas! se convirtió en un símbolo del deseo de justicia y contra la impunidad de los perpetradores
Por diferentes circunstancias, Diario 5 señaló sin miramientos las flaquezas de dos sectores comercialistas del periodismo, especialmente enrolados en el macrismo y el kirchnerismo -las dos oleadas políticas más nocivas que arreciaron en la Argentina y que se mantienen firmes y bastante exitosos en su decisión de convencer a más y más gente de que hay que seguir hasta que de este país no quede nada- que demostraron a pura hipocresía que se habían olvidado de Cabezas, especialmente el día en que se quedaron calladitos cuando un petardo le hizo perder un ojo a un periodista chileno en un partido de fútbol.
Rumbo al juicio
Las primeras investigaciones en enero de 1997 fueron contra Alfredo Yabrán por un lado, y por otro contra personal de la policía bonaerense y su jefe Pedro Klodzyk, quien en agosto de 1996 criticó duramente la nota «La Maldita Policía», de la que había participado Cabezas. La nota, obviamente, incluía todo tipo de delitos cometidos por canas de todos los rangos
Alfredo Yabrán compareció ante un Juzgado Penal en Buenos Aires el 11 de febrero de 1997 y negó ser el instigador del asesinato de Cabezas.
En la mayoría de las webs que recuerdan el caso se publica una seguidilla de hechos que abarcan todo el año 1997.
La detención en Mar del Plata de cinco miembros de la banda de Pepita la Pistolera, supuestamente sospechosos, el desfile en tribunales de funcionarios menemistas encumbrados, como Carlos Corach y Alberto Kohan, que informaron al juez de instrucción que el arma utilizada por el «pepita» Luis Martínez Maidana fue el arma utilizada en el asesinato.
En marzo, un ex guardaespaldas de Yabrán, Francisco Cáceres reveló que el capomafia estaba perturbado por las fotos tomadas por Cabezas.
Aparece la banda de «Los Horneros» y un miembro admite su participación en el crimen en una reunión con el gobernador Duhalde, quien informa al juez de instrucción José Luis Macchi.
Los horneros Horacio Braga y Héctor Retana y el policía Gustavo Prellezo fueron detenidos el 9 de abril bajo sospecha de delito.
En abril detienen a otro hornero, Sergio González, que declaró contundente: Prellezo disparó y mató a Cabezas. Paralelamente, Yabrán declaró ante la Comisión Antimafia del Congreso y arrestaron al oficial de policía Sergio Camaratta, también sospechoso. Los horneros parecen recibir presiones y fueron vendiéndose uno por uno, como José Luis Auge, que se entregó en La Plata.
Braga declara que Camaratta estaba siguiendo a José Luis y que les avisó a los «mano de obra» del crimen que Cabezas estaba saliendo de la fiesta de Andreani.
La cosa se pone jodida para Yabrán cuando saltan las comunicaciones telefónicas entre la empresa Bridees y Prellezo. Se repitió el esquema desde otra empresa de Yabrán llamada «Yabito».
El 7 de mayo, Alfredo Yabrán y su jefe de custodia, Gregorio Ríos, declararon por primera vez ante los investigadores e Dolores. Después de eso, una fuente cercana al juez José Luis Macchi se lamentó ante un cronista del diario La Nación: «No sueñen con ver a Yabrán en Dolores a corto plazo, porque Macchi cree que lo que tiene no le alcanza para citarlo nuevamente»
El caso se pone a rojo cuando la cámara de Cabezas fue descubierta en el fondo de un canal y el guardaespaldas de Yabrán, Roberto Archuvi, admitió haber llamado a Ríos en el momento del crimen.
El día en que se cumplieron 5 meses del asesinato de Cabezas, la Casa Rosada le regaló el último acto de pleitesía y el gobierno de Carlos I de Anillaco recibió a Yabrán. En Plaza de Mayo había manifestantes con pancartas pidiendo justicia por Cabezas.
Pasaron varios meses y -finalmente- el 10 de octubre de 1997, Alfredo Yabrán volvió a Dolores a declarar como sospechoso.
La investigación tuvo una importantísima etapa de trabajo sin demasiada pelotudez mediática. En enredado Santo Biasatti ya había dejado de saludar a público del noticiero «En Síntesis» de Canal 13 con la frase «No se olvide de José Luis Cabezas», que se le volvió como búmerang, porque no supo canalizarle a la recordación una continuidad, que más no sea, semanal, ni siquiera mensual.
Arrancó 1998 y se percibía en el gobierno un despegue de la figura de Yabrán, sobre todo ante la fuerte influencia que sobre una inmensa parte de la Administración Menem, ejercía el ministro de Economía, Domingo Cavallo, abiertamente enemistado con Yabrán.
Flojita pa’ los secretos del hampa, el 15 de mayo, la esposa de Prellezo, acorralada por las evidencias que surgieron de la investigación, declaró que su esposo le admitió que Yabrán estaba detrás del crimen. El mismo día se emitió una orden de arresto contra Yabrán.
Yabrán estuvo cinco días prófugo y el 20 de mayo, su cuerpo fue descubierto en su finca cerca de Gualeguaychú, en la provincia de Entre Ríos. La autopsia reveló, naturalmente, que se pegó un tiro para evitar el arresto.
Es común ver la imagen de José Luis Cabezas en muchos escritorios de la redacción de Editorial Perfil, donde sus compañeros le rinden homenaje todos los 25 de enero y al que este medio se suma cada año.
* La expresión elegida para el título la acuñó por primera vez el periodista Bartolomé de Vedia para su nota «La Historia apenas empieza«, publicada en el diario La Nación, el 21 de mayo de 1998.
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