La expresión ya era conocida y utilizada desde mucho tiempo antes de la aparición de las bandas musicales que la eligieron para identificarse. Como si fuera propia en cada caso y con una falta de originalidad que avergonzaría a cualquiera que se sienta un auténtico artista, tanto los guatemaltecos como los platenses, se adueñaron de una humorada creada en 1968 por Sammy Kuperman, asistente y amigo personal de Oscar Anderle, para una rutina escénica de Sandro y que -por si no fuera suficiente- la usó Hugo Sofovich para un sketch de Alberto Olmedo. En fin, nadie les hará juicio por reusar frases populares antiguas para pasar por ingeniosos.
Entretanto a los personajes en cuestión se los ve por doquier, especialmente en despachos de intendentes, en cámaras empresarias, oficinas de punteros, comisarías, comandos de sindicatos, bunkers de organizaciones sociales, en el Senado, en programas de TV donde de critica siempre a los de un solo palo político, en las jefaturas de las bancadas legislativas, en arquidiócesis y en ministerios
En el universo multimedia, con dudosa patente de seriedad, se los suele escuchar presentar promesas a propios y extraños, anticipando el oro de nuevas señales para medios de comunicación, el incienso de la pureza del trabajo con equilibrada distribución de horas activas y de descanso, y la mirra para asegurar la estabilidad, las condiciones de contratación y los pagos a término. El calificativo final, más allá de cualquier otra posible acepción, hace referencia a la incertidumbre que estos reyes disparan en los seres que los rodean. Sus acciones están envueltas en una gran vaguedad.
Los grandes sabios marcan e iluminan el camino.
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