Pasaron la PASO. La oposición quedó en «perspectiva de triunfo» y el gobierno «se proyectó» perdedor. ¿Se puede dar vuelta? La Argentina siempre esta pendiente de esas cosas. Pero realmente el resultado fue muy contundente.
Nadie recuerda a Macri ni a Cristina. Ambos destruyeron lo que no les gustaba. Kirchner inauguró esa costumbre. El efecto de esa actitud política deja siempre efectos nocivos. Por ejemplo, recesión, inflación y postergaciones. Traducido es hambre, deserción escolar e inseguridad. Scioli jamás supo gestionar ni una sucursal del negocio de su padre pagó fortunas a los medios de comunicación para que tradujeran que lo que hacía era gobernar una provincia. Algunas históricas referentes, hoy con plata de cajas políticas, dejaron de ser un organismo puro de Derechos Humanos. El peronismo sin Perón es un capricho político de un grupo de nostálgicos que no logra hacer pie en el Siglo XXI. El alfonsinismo fue el proyecto político más serio que se proyectó para la Argentina y eso molestó al poder real, (que debía hacer cesiones mucho menores de las que tuvo que afrontar pocos años después) y al peronismo huérfano, que no podía soportar la herida de la derrota del 83.
La antipolítica es la ridícula forma de queja de los ignorantes de la ex clase media. La conducta de derecha invade a más progresistas de lo imaginado. Atacar a los antipolítica sin dar nombres es la forma de ganar tiempo mientras azuza la desesperación en ausencia de un plan político, lo que equivale a un papelón.
La naturalización de la hipocresía llevó a la clase dirigente a convencer al resto de la ciudadanía a la fácil fórmula de armar una división entre grupos ideológicos. Para que un país derrumbado se levante, hay que tomar decisiones que a nosotros, como pueblo no nos gustan.
Pedir sacrificios en campaña siempre será pecado y convivir con hipócritas que sacan chapa de «comprometidos» con la vida social nos deja una perecedera sensación de alivio, como cuando se observa a un papá y una mamá que cuidan a sus nenes.
Los amantes de la política como factor de plataforma de vida, son en realidad, un ala silenciosamente contradictoria de la antipolítica. Apelan a la dependencia del grupo beneficiario a la mieles voluntarias del gestor (en algunos charcos, llamado puntero). Aman que se los ame sin condicionamientos, sin cuestionar nada, «apolíticamente», a ciegas. Ellos, con su exagerada estrategia de dependencia, desgastan la misma política que construyen.
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