Discutir sobre Sarmiento es genial.
En realidad no sabemos si fue la lucha su vida y su elemento. Pero realizó aportes basados en la razón y nos dejó disponibles para el debate intelectual.
Silencio total.
¿Debate intelecuánto?
El ir y venir del criterio argentino acerca del pensamiento de Domingo Faustino Sarmiento sólo fue confirmando el -redundantemente- confirmado hecho de que el ex presidente argentino tenía una linea de pensamiento y los aludidos que lo señalaban, no.
Siempre con el diario del lunes de la semana anterior en la mano, la mayoría de los detractores de Sarmiento hicieron agua en su criterio acerca de qué es lo que -supuestamente- hizo bien y qué lo que mal. No es que haya sido bueno o malo. Era las dos cosas: imponía crudeza expresiva y escuchaba criterios e ideas.
Un profesor de Historia, en 1976, me escuchó decir que no se puede juzgar a un pionero con las reglas con las que se mide la conducta de un heredero.
Yo recuerdo haberlo dicho por un caso de cultura rural de la provincia de Santa Fé y él tomo mi teoría para encuadrar a Sarmiento.
Obviamente, criticar a Sarmiento por la incorporación de docentes de origen estadounidense y británico para la enseñanza de docentes que debían enseñar, estableciendo pautas pedogógicas de Educación, es hipocresía, si se toma en cuenta el atraso cultural que reinaba en estas pampas al promediar el S XIX.
Discutir a sarmiento es genial porque sarmiento era genial, en lo bueno y en lo espantoso de su personalidad
Existe una teoría que asegura que en la Grecia antigua el nivel de cultura que se expandió entre los habitantes atenienses y del resto del imperio, se debió, pura y exclusivamente a la clara certeza de que los gobernantes amaban a su pueblo.
Es fortísimo. Arribar a la conclusión que un gobernante amada verdaderamente a la gente a la que está gobernando, sin caer en la conocida estupidez de la demagogia, es muy difícil de obtener todos los días.
Jamás sabremos si el Presidente argentino que gobernó el país entre 1862 y 1868 respondía al estándar griego de los tiempos de Pericles. Sería exagerado ubicarlo ahí. Aparte, era modernista pero racista. De lo que sí tenemos certeza es de la velocidad que Don Domingo le imprimió al proceso de desarrollo educativo que ideó y puso en marcha. Siempre se avanzaba.
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Veamos un pantallazo de su vida
Domingo Faustino Sarmiento Albarracín (San Juan, 15 de febrero de 1811 – Asunción, 11 de septiembre de 1888 ) fue presidente de la Nación desde el 12 de octubre de 1868 hasta el 12 de octubre de 1874.
Fue un escritor importante, sobre temas de inspiración social: su obra más conocida es Facundo, o civilización y barbarie (1845), sobre la vida del caudillo Facundo Quiroga. Se dedicó al desarrollo de la educación pública y contribuyó al desarrollo científico y cultural de su país. En 1947, la Conferencia Americana de Educación estableció el 11 de septiembre como el Día Panamericano del Maestro en honor a su muerte.
De familia modesta, Domingo Faustino Sarmiento recibió una breve educación de joven y fue prácticamente autodidacta. Luchó muy joven en las filas de los unitarios contra el caudillo Facundo Quiroga ; en 1831, hecho prisionero, logró escapar y refugiarse en Chile, donde trabajó como maestro, dependiente, minero. Luego, en 1837 regresó a San Juan, donde fundó una escuela y un periódico, pero, habiéndose opuesto a Juan Manuel de Rosas, fue puesto al mando, hasta que en 1840 volvió a huir a Chile. Aquí reanudó su carrera docente y publicó, en1845, su obra maestra, el Facundo.
Luego Sarmiento se embarcó en un viaje pedagógico a Europa y Estados Unidos, que duró tres años, hasta que regresó a Chile en 1848, y finalmente a Argentina en 1851. En casa, Sarmiento luchó, con el grado de coronel, en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, que marcó la caída final del gobierno de Rosas, pero ese mismo año Sarmiento regresó a Chile, debido a disensiones con otros miembros de la República. el partido liberal. Regresó definitivamente recién en 1855 y se embarcó en una brillante carrera política: senador, ministro desde1860 a 1862, embajador en Washington de 1865 a 1868 y finalmente, presidente de Argentina el 12 de octubre de 1868, luego de expirado el mandato del presidente Bartolomé Mitre.
Gobernó entre muchas dificultades, sin tener un partido político detrás de él; pero su actividad se dirigió, internamente, a la difusión de las escuelas y la cultura, su ideal supremo; en política exterior, sin embargo, trabajó para resolver el conflicto en el que había entrado Argentina, junto con Uruguay y Brasil, contra el Paraguay de Francisco Solano López, de alto corte dictatorial. La guerra terminó en 1870 con la derrota y muerte del controvertido líder paraguayo, mientras que Argentina anexó gran parte de la provincia de Misiones y parte del Gran Chaco. Finalmente, su mandato presidencial finalizó el 12 de octubre. En 1874, Sarmiento permaneció en la política, volviéndose senador y ministro nuevamente en 1879, solo para obtener, en los últimos años de su vida, el cargo de superintendente general de escuelas argentinas. En esta capacidad promovió una ley de reforma educativa que la convertía en obligatoria, gratuita y laica. Animado por un abierto anticlericalismo, expulsó la enseñanza de la religión de las escuelas públicas, declarando: «Los frailes y las monjas se apoderaron de la educación para brutalizar a nuestros hijos… Ignorantes en principio, fanáticos que matan la civilización; (…) mala hierba que hay que erradicar ». El internunzio apostólico Luigi Matera reaccionó con firmeza, pero el gobierno le retiró sus credenciales y lo expulsó del país, lo que provocó la interrupción de las relaciones diplomáticas entre Argentina y la Santa Sede durante algunos años. [2] [3]
Murió el 11 de septiembre de 1888 en Asunción, Paraguay, a la edad de 77 años, dejando tras de sí un vasto patrimonio literario (52 volúmenes), al que se había dedicado a lo largo de su vida, subordinando muchas veces los intereses literarios a los pedagógicos y políticos. En su honor, el Día del Maestro se celebra en nuestro país el 11 de septiembre.
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