Ayer nos anticipábamos en la introducción a uno de los más complejos efectos políticos que se recuerdan de un presidente, no sólo desde los tiempos de la Democracia Definitiva iniciada en 1983, sino de todo el devenir sucesivo del Poder en el país.
La recurrencia de capturar al gobierno para la foto en el mismísimo momento en que está cometiendo una tropelía, se convirtió en una secuencia de rutina y es sabido y consabido que el área «basic thinking» de la sociedad -anestesiada para siempre en su propia incapacidad de reaccionar organizadamente contra el Poder, como efecto de un proceso de 45 años de amansamiento- les permitirá lo que sea y los «perdonará», con tal de tener la ridícula satisfacción de que no gobiernen los que no les caen simpáticos.
Optamos por consultar a un especialista en comunicación política internacional, pero con foco comparativo en las naciones bálticas. No es que Aleksander Piirvald se haya sorprendido demasiado por encontrar que desde el Poder se demuestren comportamientos condenables -es obvio que en todas partes de cuecen habas- sino que realizó un interesante planteo que arrancaba con una pregunta ultrapeligrosa y su sorprendente respuesta:
– ¿Es posible que estos gobernantes sepan que juegan con fuego pero que especulen, considerando que se apagará antes del incendio total en su derredor y que lo queme a él mismo?
– Sí -se responde Piirvald. «Tan posible como que su especulación está basada en el indefectible olvido y que transcurrido un cierto tiempo, todo pecado se mezclará con los pecados de otros y con los de los quienes también los critican».
Aleks había descubierto que en los países signados por crisis económicas, la fórmula de salir de los atolladeros por parte de los poderes que todo lo arrasan son dos: la primera -la más frecuente- es contraatacar señalando manchas en la conducta de sus adversarios. Pero existe una alternativa, muy de estos tiempos e imposible de imaginar como efectiva hace un siglo. Es una estrategia que desconcertaría a cualquier experto en argumentación política: esperar. Y nada más.
Esto significa -concluye Aleksander Piirvald- que las mañas más infantiles, el otrora residuo lógico entre las formas posibles de actuar, por parte de un gobernante, hoy son pasibles de aplicarse. Y con éxito.
No fue muy difícil encontrar el referente argentino para esa conducta.
La filosofía del «Todo Pasa», enarbolada como bandera por el inolvidable Julio Humberto Grondona al frente de la Asociación del Fútbol Argentino por más de 40 años, resulta ser la balsa de salvataje para el presidente en situaciones que lo comprometen.
Lo que en otros tiempos habría sido un gran dolor de cabeza para cualquier involucrado en un caso de corrupción, injusticia o discrecionalidad perniciosa para terceros, hoy sólo se reemplaza con el paso de unos días, ya que la sociedad no tiene tiempo ni le interesa estar analizando demasiado lo que pasa a nivel del Poder ya que hay poca plata y hay otras preocupaciones que atender.
Grondonismo puro.
Y a otra cosa.
URUGUAY
BRASIL
PARAGUAY
CHILE
COLOMBIA
PERU
BOLIVIA