Finalmente, empezamos de nuevo y los argentinos nos encontramos con la realidad de qué es lo que somos frente al mundo. Finalmente, estamos cara a cara ante la verdad que se contrapone a la estúpida premisa de los años ’60 y realimentada a través de todas estas décadas, de que la Argentina era «el mejor país del mundo».
Finalmente, y a partir de 1989, después de votar y votar a una sucesión de soberbios, imbéciles y ladrones (todos los calificativos para todos los casos) que supuestamente eran mejores que Raúl Alfonsín, porque -para muchos- el líder radical «nos había llevado a una hiperhinfación que nos depositó en la pobreza», nos encontramos con que cuando nos atascamos en una crisis financiera, no tenemos capacidad económica para resolver ni el primer paso para resolverla.
Finalmente, una supuesta ley mágica: vender todo lo que teníamos para malgastarlo durante un período político, con la falsa sensación de que un peso valia igual a un dólar. Allí surgió el aún no variado concepto que el peronismo sin Perón es muchísimo más un divertido juego de traiciones políticas que una escuela de experiencias para gobernar equilibradamente.
Finalmente, apareció otra oportunidad para hacer lucir la «capacidad argentina de resoverlo todo atándolo con alambre» y resultó ser que el alambre es demasiado caro y ya no sabemos cómo usar las manos para generar las trenzas reforzadas de alambre porque nos dedicamos demasiado a usar nuestros deditos con alta delicadeza para pasar las pantallas de nuestros celulares cuando queremos ver las pelotudeces que nos entretienen en las redes sociales.
Finalmente, luego de aceptar en Plaza de Mayo las bravuconadas de los indignos del poder intentando recuperar Malvinas, verlos perder la guerra y mezclar burramente los sentimientos nacionales, no honrando a nuestros soldados como corresponde, luego de que nos cortaron el mambo con la construcción de Misil Cóndor II, dejándonos fuera de la conversación tecnológica mundial por armamentos, luego de aceptar que nos hicieran creer que éramos el primer mundo y luego de aplaudir el default, ahora los apenas pequeños mercados cambiarios nos están escrachando en nuestras propias nuestras narices nuestra condición de ovejas esclavas de pastorcitos menores, que ni siquiera manejan línea directa con el poder mundial.
Finalmente, luego de que nos dijeran que al precio volador de la soja lo llamaran «el milagro argentino» y una mayoría se subiera al carro triunfalista de quienes se presentaron como los artífices de una recuperación económica ficticia y la usaran para pretender eternizarse en el Poder, aplicando -durante más de una década- obscenas prácticas de autobeneficio con recursos estatales desconocidas hasta entonces, el único milagro al que pudimos arribar en tales turbios tiempos fue jugar una ya casi olvidada final de un Mundial de Fútbol.
Finalmente, después de volver a creernos que «nos merecíamos algo mejor», nos propusieron «un cambio». Nunca se sabrá en qué dirección estábamos dispuestos a cambiar nosotros. Lo único que hicimos fue delegar el mando en «otros», que -luego prometernos temerariamente que nos sacarían de la pobreza- nos dijeron que los anteriores dejaron tal desquicio que la necesidad de ajuste era demasiado grande. No es necesaria demasiada explicación acerca del resultado de ese cambio
Finalmente, volvemos a empezar, aunque el papel para dibujar los planos cada vez es más chico.
¿Es duro asumir que engañaron a hasta 5 generaciones de tu familia? Según en qué momento se instaló alguien como inmigrante, a vos, a tu papá, a tu abuelo, a tu bisabuelo y -posiblemente- a tu tatarabuelo. A todos los cagaron, con algo, si vivían en la Argentina.
Estimado argentito: ¿sos joven? Suponemos que sabrás que el dólar suele no perder su valor mientras que nuestra moneda se devalúa cada día de tu vida. Incluso, es habitual que esté más caro de lo que debería estar, aunque cada vez que baja un poco, el tema ocupe más de medio noticiero en la TV. Resultado: ahora somos un país barato. Muy barato en dólares. ¿Sabés hacer artesanías con motivos de tango? y vos, nena, ¿hacés tejidos con guardas folklóricas? Pónganse a trabajar ya.