En simultáneo con la polémica suscitada a partir del hecho en que un policía de la Ciudad, tras actuar en defensa de un turista, dio muerte a un delincuente, tras lo que el juez actuante le inició un embargo de gran valor en dinero, el Gobierno de la Ciudad presentó un metodología destinada a reforzar las necesidades que se presentan en los corredores naturales de circulación turística en la Ciudad.
Según hace saber el equipo de difusión de las autoridades, el estudio previo que se realizó para poner en marcha una división policial destinada al cuidado específico de los visitantes, abarca un mapa del delito, despliegue territorial, la situación migratoria y demográfica de los diversos puntos que podrían convertirse en epicentros de conflictos y hechos delictivos.
El jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, entonces, presentó la Policía de Asistencia Turística. Si nos ponemos a analizar con el sentido común despojado de toda especulación, entendemos que este tipo de cuerpos de seguridad son, en cualquier ciudad del mundo que se precie de ser turística, obvios.
Amsterdam maneja un protocolo de seguridad en su policía que comprende cuáles son los puntos que los turistas recorren. Roma hace lo propio. En París se sabe que los típicos lugares a los que van los extranjeros, suelen ser seguros, siempre y cuando se trate del cuidado personal de los visitantes (ya se sabe, en los tiempos que corren, que no siempre se puede prever la locura terrorista de cualquier desaforado que puede causar una desgracia entre la gente). En definitiva, si pretendemos ganar dinero con la visita de extranjeros, más vale que se vayan con la sensación de que Buenos Aires no es peligrosa. De lo contrario, los dueños de la tanguerías -por marcar sólo un rubro- ya tendrían que estar instalando un foodtruck en La Salada.