• Diario 5 -Buenos Aires, domingo 20 de abril de 2025

Crónica de una Vanidad Colectiva: ser «el Papa argentino» es más importante que ser el Papa

Francisco en Santiago de Chile

Los argentinos, bien estupidizados por los ‘classic influencers’, nos estamos dedicando -por estas horas-  a encontrar motivos posibles por la ausencia del Papa Francisco en la Argentina, tanto por este viaje a Chile y Perú, como por el resto de las giras que realizó por América Latina.

¿Realmente son motivo de orgullo las ridículas características de personalidad que se atribuye a los nativos de estas tierras, en esos avisos publicitarios que aseguran que los argentinos están dotados de condiciones y valores especiales como ser «apasionados», «familieros», «sentimentales», «calentones», «toquetones», etc? Desde el mirador en el que, desde hace tantos años nos planteamos ofrecer comunicación sin esquivar el necesario baño permanente de realidad, tenemos la plena certeza de que la respuesta es negativa.

Acerca de lo apasionados, la mayoría de los que se jactan de tal virtud termina demostrando -sin temor a error- ser gritona, molesta e invasiva, cayendo en ciertos acaloramientos propios del desahogo por el vacío existencial endémico y que no aportan ni un céntimo al crecimiento personal: pasiones futboleras, fanatismos partidarios irreflexivos, encaprichamientos por artistas de poca monta y entusiasmos virtuales, mediáticos o cibernéticos, que pasan al olvido en, apenas, horas.

¿Familieros? Mentira. La mayoría de los que se jactan de tal situación, selecciona -bien adrede- pequeñas etapas de su vida en las que «cae» o «decae» su ritmo de su vida social por motivos más bien forzados, como mermas económicas, problemas de salud o haber sido descubierto recientemente en un affair. Los que se precian de ser sentimentales, deben chequear que tal chapa no trueque a la de celosos, demandantes o compradores prostitutivos del afecto, como lo son los millones de argentinos que por jugarla de Papá Noel con un sobrino en dos Navidades, lo imaginan su enfermero a la hora de ser -ellos mismos- un flan con cerebro.

Calentones o cabrones. La mejor apología de la violencia personal del argentino. Una reserva. ¿La famosa «Reserva Moral de Occidente» que decíamos ser? Pavada de fantasía amalgamada en la soberbia! Pocas veces en la historia de las descripciones de lo peor de un Pueblo nos encontraremos con algo tan contundente. Las introspecciones de los dueños de los laureles que supimos conseguir, acerca de nosotros mismos conforman la Crónica de una Vanidad Colectiva. Ya autocatalogarnos de toquetones es -obviamente, ante lo obvio de toda obviedad- la ficha social que nos hace perder el habla y no hacer asociaciones peligrosas frente a las habituales noticias de abusos y violaciones. Es la antesala de la negación de varias decenas de problemas psicológicos masivos, hoy por hoy, incurables. Negamos, apologizamos y naturalizamos.

El Papa Francisco es el Papa. No es «el Papa argentino». Es, nada menos que el Papa. Es, nada menos que el hombre que más trabajó en el Siglo XXI para detener conflictos bélicos de dimensiones inimaginables y nada hipotéticas, dado el armamento disponible. Mientras una treintena de basuritas, con cámara o micrófono, hace negocio en la Argentina repitiéndose frente a su dócil público la pregunta de por qué Francisco no vino ni viene al país, la Iglesia hace cuentas y encuentra que el porcentual de recuperación de alineamiento de su grey -especialmente, en América Latina- supera todas las expectativas planteadas por los estrategas del Vaticano cuando Bergoglio sacó pecho y dijo «Aquí estoy, yo voy».

La condición de religioso no asigna a nadie valores humanos auténticos ni le garantiza dignidad. Ni siquiera la de ser respetuoso de las religiones ubica moralmente a nadie por encima de nadie. La de ser ateo no encuentra la llave para darle algún valor sincero a un examen de conciencia, por que no la busca. En la Argentina se opina de todo, más que por ser un derecho, porque se trata de un país que, cuando era una nación, tenía ciudadanos preparados para esas polémicas. Eran los abuelos de los que discuten hoy. Los nietos de aquellos contendientes de las arenas intelectuales argentinas no tienen jerarquía ni como para ser los calzones de sus abuelos. Sin embargo, opinan con gran autoridad en redes sociales, tienen columnas, tribunas, audiciones, portales, programas y hasta dirigen diarios, radios y canales de televisión.

Quienes no tienen ni la más bacteriana idea de lo significa el Pontificado, creen que ser «el Papa argentino» es más importante que ser el Papa.

Argentinitos de pensamientitos pequeñitos: dedíquémonos a nuestro mundito, de grietitas y discusioncitas, mudando estatuitas de las placitas porque bloquean nuestras conviccioncitas. Y seamos buenitos con los delincuentitos, a ver si mañana se da vuelta la tortillita y nos encuentre despreveniditos.

 

Carlos Allo

Editor de Diario 5 y Ensamble 19. Productor integral de Radio Clasica.

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