Las muestras de conocimiento del mal pasar, de la virtual esclavización del gaucho, de un sufrimiento que no se observa como una pauta de ficción, sino, más bien como un testimonio, son parte de cierto recelo que José Hernández despertó en una gran parte de sus consociales, molestos por el «deschave» abierto al mundo, que dejaba al descubierto al argentino clásico, habitué de los más exclusivos restaurants parisinos, como un verdadero canalla.
En el Día de la Tradición, una parte del primer canto del Martín Fierro de José Hernández, cuando, luego de escaparse de la vida militar, encuentra una cambio en su vida que lo transforma -cada uno dirá, en base a sus convicciones ideológicas, si justificadamente o no- en un marginal peligroso.
Volvia al cabo de tres años No hallé ni rastro del rancho; ¡Quién no sentirá lo mesmo Solo se oiban los aullidos Al dirme dejé la hacienda Despues me contó un vecino Los pobrecitos muchachos, |
Por ay andaran sufriendo ¡Y la pobre mi mujer, No es raro que á uno le falte ¡Tal vez no te vuelva á ver, Como hijitos de la cuna1 Los pobrecitos tal vez Tal vez los veran sufrir |
Y al verse ansina espantaos como se espanta á los perros, iran los hijos de Fierro, con la cola entre las piernas, a buscar almas mas tiernas o esconderse en algun cerro.Mas tambien en este juego voy á pedir mi bolada a naides le debo nada ni pido cuartel ni doy, y ninguno dende hoy ha de llevarme en la armada. Yo he sido manso, primero, Ya les conozco sus mañas, Y aguante el que no se anime Aunque muchos cren que el gaucho |